viernes, 23 de octubre de 2009
sábado, 17 de octubre de 2009
Hipnosis de los sumisos: deliciosa obsesión
Hoy, follándome a mi sumiso, viéndole tan excitado, no pude dejar de pensar en lo mucho que me gusta la especie de hipnosis en la que entran los sumisos. El mío hasta corta su respiración. Las venas se le marcan, los ojos se le prensan y entreabre sus labios. Hasta cambia el ritmo de su respiración. Se queda paralizado.
Por momentos parece que pierde el alma, pero luego regresa y comienza a hacer explícita su sumisión. Susurra, gime, grita. Me excita el momento en el que me mira y me reconoce AMA. Y ruega y me alaba... Es un acto de entrega absoluta. En ese momento no importa el mundo. No hay trabajo, no hay amigos, no hay familia. Sólo existe su AMA haciéndole el favor de follárselo. Es un momento sólo nuestro que muy poca gente podría entender, un momento que me hace quererle. Sí, quererle, quererle sumiso, débil, desprovisto de toda voluntad. Entregado a mis órdenes.
miércoles, 14 de octubre de 2009
Mi nuevo juguete sexual...
Hoy, después de muchos días de ausencia decido regresar. No me gusta escribir por escribir. Mi alma bloguera de AMA estaba apaciguada, dedicada a vivir, a experimentar. Embriagada de novedad no había tenido la disposición de compartir con ustedes.
Mi atención ha estado acaparada por nuevas vivencias, nuevos amigos, nuevas palabras, nuevo todo. Nuevas formas de follar a mi sumiso y darme cuenta del inmenso poder que tengo sobre su sexo.
Noche tras noche compruebo que su virilidad se ve reducida a la actuación de mi coño. Sé exactamente qué movimientos hacer para que acabe de inmediato; podría convertirlo en eyaculador precoz por hábito y costumbre, pero en cambio le pido que se esfuerce y me folle hasta que yo así lo decida. Debo reconocer que lo hace con talento.
En los últimos meses he transformado mi coño en un instrumento masturbatorio de lo más eficiente. En cuestión de minutos le vuelvo completamente loco. En cuanto soy yo quien le folla, el tiempo comienza a correr en cuenta regresiva. Explota sin control, desbordado, agitado, extasiado.
Hemos desarrollado un tipo de relación que nos llena. Él se siente tan feliz que me ha dado un regalo.
Mientras escribo estas líneas una lengua recorre mi clítoris. Bordea suavemente los pliegues, succiona, sopla y empuja. Traga mis fluidos con placer y hace que se generen más. No es la boca de mi novio, no, no sería igual de excitante contarlo. Es la boca de un nuevo amigo, el regalo que antes les mencionaba. Mi nuevo juguete sexual.
Este chiquito que está conmigo fue reclutado por mi novio sumiso. Hace gala de un cuerpo perfecto y una polla grande que me hizo salivar tan pronto me fijé en ella. Se ve apetitosa. Definitivamente un casting acertado.
Lo tengo acá para que me folle cuándo y cómo yo quiera.
Mi novio está en la habitación de al lado. No puede ver, no de momento. Tan sólo escuchar el ruido de las teclas ahogado en el que producen mis líquidos empapando la boca de mi amante. Los dos están erectos. Uno por saber que me folla en frente de mi novio, y este último por saberme follada. Uno por creerse maestro –cree que folla mejor que mi sumiso- y otro porque aunque humillado, se siente feliz de saber que disfruto con su regalo.
Me excita pensar en lo ansioso que se pone. Puedo escuchar su voz interna pensando una y otra vez en lo mucho que le gustaría ver. Le digo que venga, que se mantenga vestido pero que venga. Aparece de inmediato. Le acuesto en el piso, me coloco encima de él. Sentada sobre su cara, cortándole por momentos la respiración al tiempo que le como la polla a mi amante. Al moverme, puede apreciar cómo su diosa rellena su boca de polla. Cómo la agarra, la engulle, la chupa. Le gustaría ser el dueño de esa polla y sentirse así de deseado, pero se conforma con servir de asiento y procurarme placer con su lengua.
Mi amante se arrodilla y yo me incorporo. Sigo chupando, sólo que ahora la visión es absoluta, completa. Se asombra con el tamaño de la polla. Es imponente. Es deliciosa, le digo mirándole a los ojos. Mi novio sonríe complacido al verme feliz. Yo agarro impulso y me la como completa hasta que siento la necesidad de apartarme y dejarle acabar. El semen cae, no en el piso, ni en la alfombra. Cae sobre los pantalones de mi novio, sobre una suave tela que esconde su polla erguida, adolorida ya de tanto placer.
jueves, 9 de julio de 2009
Tríos...
Estábamos en la piscina tomando el sol y unos cocteles deliciosos que ya habían causado su efecto en ambos. Nos sentíamos bastante alegres, la verdad, distraídos con uno de los tantos juegos que solemos compartir, pues somos de esas parejas que siempre están jugando. Este, en particular, lo inventamos a falta de recursos. Se llama “el …. más … ” y consiste en buscar entre la gente el parecido más grande a la frase que inventemos en ese momento. “El culo más grande”, “el peinado más estrambótico”, “el bikini más atrevido”… en fin.
Me tocó el turno y elaboré mi frase: “las tetas más apetitosas”. No fue una decisión fácil, había un par de ellas muy competitivas. Sus dueñas eran amigas. Una le echaba el bronceador a la otra mientras nos pillaron en el arduo proceso de observación.
Se han dado cuenta, dije. Mi novio trató de disimular pues se sintió avergonzado. Yo, por el contrario, mantuve fija la mirada. Las tías reaccionaron positivamente. La que recibía el bronceador se sacó la parte de arriba del bañador, mientras la otra continuaba concentrada en recorrer cada centímetro de su piel.
Decidí incorporarme a ese grupo. Le dije a mi chico: voy a ver de qué van estas dos. Las tías eran muy atractivas y muy conscientes de ello, además. Eran pareja y gustaban de experimentar con otras personas. La conversación se tornó picante desde el principio. Una de ellas extendió su mano y me rozó el pezón, indicándome que le gustaría lamerlo.
Les expliqué que me encontraba con mi novio y que quería participara en la situación. Le pedí a una de ellas se acercara y se le insinuara. Ella se le sentó encima y rozándole las tetas por la cara le dijo, síguenos que vamos a disfrutar en grupo.
Él, emocionado, buscó mi aprobación. Yo le hice señas para que continuara y se uniera a nosotras. En pleno pasillo, ya en la puerta de cuarto, comenzó la acción. Las manos de estas chicas recorrían nuestros cuerpos. Él no podía ocultar su polla dura y yo, mi coño mojado.
Pronto se abrió la puerta y sucedió algo que antes de incluir a mi chico habíamos planificado. Él debía quedarse afuera, amarrado como un perro que cuida la puerta. Debía mantenerse allí sentado, ladrar de vez en cuando y adoptar todo gesto animal. Le colocamos un collar al cuello y le dejamos oler nuestros coños, sólo eso.
La puerta se cerró y la acción comenzó. Aquello estuvo activo y ruidoso. Un trío entre tías es bastante excitante, sobre todo si las dos se muestran así de generosas. Mucho morbo encontraban además en que mi novio estuviese del otro lado de la puerta, sentado como un perro. De vez en cuando le gritaban y él debía ladrar. Pobre, parecía un animalito indefenso rogando por cariño.
Me tocó el turno y elaboré mi frase: “las tetas más apetitosas”. No fue una decisión fácil, había un par de ellas muy competitivas. Sus dueñas eran amigas. Una le echaba el bronceador a la otra mientras nos pillaron en el arduo proceso de observación.
Se han dado cuenta, dije. Mi novio trató de disimular pues se sintió avergonzado. Yo, por el contrario, mantuve fija la mirada. Las tías reaccionaron positivamente. La que recibía el bronceador se sacó la parte de arriba del bañador, mientras la otra continuaba concentrada en recorrer cada centímetro de su piel.
Decidí incorporarme a ese grupo. Le dije a mi chico: voy a ver de qué van estas dos. Las tías eran muy atractivas y muy conscientes de ello, además. Eran pareja y gustaban de experimentar con otras personas. La conversación se tornó picante desde el principio. Una de ellas extendió su mano y me rozó el pezón, indicándome que le gustaría lamerlo.
Les expliqué que me encontraba con mi novio y que quería participara en la situación. Le pedí a una de ellas se acercara y se le insinuara. Ella se le sentó encima y rozándole las tetas por la cara le dijo, síguenos que vamos a disfrutar en grupo.
Él, emocionado, buscó mi aprobación. Yo le hice señas para que continuara y se uniera a nosotras. En pleno pasillo, ya en la puerta de cuarto, comenzó la acción. Las manos de estas chicas recorrían nuestros cuerpos. Él no podía ocultar su polla dura y yo, mi coño mojado.
Pronto se abrió la puerta y sucedió algo que antes de incluir a mi chico habíamos planificado. Él debía quedarse afuera, amarrado como un perro que cuida la puerta. Debía mantenerse allí sentado, ladrar de vez en cuando y adoptar todo gesto animal. Le colocamos un collar al cuello y le dejamos oler nuestros coños, sólo eso.
La puerta se cerró y la acción comenzó. Aquello estuvo activo y ruidoso. Un trío entre tías es bastante excitante, sobre todo si las dos se muestran así de generosas. Mucho morbo encontraban además en que mi novio estuviese del otro lado de la puerta, sentado como un perro. De vez en cuando le gritaban y él debía ladrar. Pobre, parecía un animalito indefenso rogando por cariño.
viernes, 3 de julio de 2009
What do you think?
Me encuentro en este momento cerrando un ciclo. Pronto, en cuestión de días, me mudaré con mi novio para emprender una relación que encuentre equilibrio entre amor y dominación.
Dejaré atrás toda una vida y comenzaré de cero a su lado, con la certeza de hacer lo correcto y la felicidad de hacerlo con ilusión.
El otro día conversaba sobre esto con esa mujer que fue su primera ama y que ahora está presente en mi vida. Ella decía que no podía entender cómo alguien podía tomarse en serio a un hombre sumiso, y yo le explicaba que nuestra relación va mucho más allá del sexo y la sumisión, que así como humillo a mi chico, de igual manera, y más, le valoro. Y es que yo no podría estar con alguien a quien no admire.
Sucede que nuestra relación es un abanico de sentimientos y vivencias compartidas, que se nutre de muchas cosas, entre ellas la dominación, claro está. Y es que ambos disfrutamos plenamente de este mundo, de lo que hacemos y pensamos, así como de lo que aquí escribo, pero también compartimos todo un universo que nos une y fortalece este noviazgo.
Me encantaría comentaran sus experiencias, sus aciertos y fracasos, lo que piensan al respecto… sólo por esta ocasión me permito dilucidar sobre el tema, pues bien saben ustedes que lo mío son relatos que nos estimulen y nos dejen a todos con ganas de echarnos un buen pajazo. I´ll be back with a good one… I promise.
Dejaré atrás toda una vida y comenzaré de cero a su lado, con la certeza de hacer lo correcto y la felicidad de hacerlo con ilusión.
El otro día conversaba sobre esto con esa mujer que fue su primera ama y que ahora está presente en mi vida. Ella decía que no podía entender cómo alguien podía tomarse en serio a un hombre sumiso, y yo le explicaba que nuestra relación va mucho más allá del sexo y la sumisión, que así como humillo a mi chico, de igual manera, y más, le valoro. Y es que yo no podría estar con alguien a quien no admire.
Sucede que nuestra relación es un abanico de sentimientos y vivencias compartidas, que se nutre de muchas cosas, entre ellas la dominación, claro está. Y es que ambos disfrutamos plenamente de este mundo, de lo que hacemos y pensamos, así como de lo que aquí escribo, pero también compartimos todo un universo que nos une y fortalece este noviazgo.
Me encantaría comentaran sus experiencias, sus aciertos y fracasos, lo que piensan al respecto… sólo por esta ocasión me permito dilucidar sobre el tema, pues bien saben ustedes que lo mío son relatos que nos estimulen y nos dejen a todos con ganas de echarnos un buen pajazo. I´ll be back with a good one… I promise.
sábado, 27 de junio de 2009
Diosa soy...
Ayer me reafirmé Diosa. Mi poder creció, subió tan rápido como la espuma de la cerveza, espuma que muchos labios quieren y yo sólo entrego a quien me dé la gana.
Diosa para mi novio sumiso, al que puedo hacer acabar sin siquiera tocarle…
Y Diosa para aquella que fue su primera ama. Esa mujer, otrora importante en su vida, ahora sigue mis pasos y me ofrece el mundo con tal de probar los sabores de mi coño. No ha dejado de masturbarse desde que ayer me conoció y no soporta la idea de que no quiera follarle. Esa que fue su ama, se rinde a los pies de quien es su Diosa.
miércoles, 24 de junio de 2009
Cállate y cómeme el coño!!!
Pienso en sus manos recorriendo mi cuerpo, mostrándome formas diferentes de obtener placer. Me mojo y me masturbo como una desquiciada pensando en que finalmente hace silencio, obedece mi orden y se dedica a comerme el coño. Vaya qué orgasmo el que he alcanzado hoy, qué vergüenza con los vecinos que tuvieron que escuchar envidiosos en sus casas.
Sólo una fantasía
Ayer visité a mi ginecólogo. Él es un tío muy guapo, de esos hombres que se encuentran en ese atractivo limbo entre la juventud y la vejez. Tiene tanto la edad como las canas perfectas para actuar con la energía de un crío pero con la madurez de quien ha corrido en siete plazas. Mi chico sabe que este tipo de hombres me gustan, y que él, con su edad, ha sido más bien una excepción.
Desde que conozco a ese doctor me ha inspirado sexo. Siempre he tenido fantasías con él, siempre le he visto con cierto morbo allí, metido entre mis piernas, tan cerca de mi coño, preguntándome cómo me siento, cómo es mi vida sexual. Cómo me hubiese gustado que abandonara la ética y, una vez aplicado el lubricante, en vez de examinarme siguiera frotando. Cómo me hubiese gustado sentir sus largos dedos, expertos en la materia, muy adentro de mi vagina. Cómo me hubiese gustado, que en vez de utilizar uno de sus equipos, utilizara uno de los míos: un vibrador de tamaño y forma perfecta que me compró mi novio.
A veces, cuando me está examinando, logro sentir su aliento y me excito. Creo que él se da cuenta, pero no me importa. Siento el clítoris encendido y mis pezones me delatan.
Ayer, la cosa fue por partida doble. El hijo del ginecólogo es médico y tomó la misma especialización del padre. He de confesar que su pasión por la medicina no es lo único heredado, es tanto o más guapo que su progenitor y allí está, haciendo equipo, consultando los pacientes en conjunto por lo que fueron dos los alientos que sentí y que sacaron mi muy activa imaginación fuera de ese consultorio.
Me inventé que mi chico estaba allí y que su misión era propiciar una total falta de cordura en ese momento. Lo visualicé parado a mi lado, despejando la zona y sosteniendo los labios de mi coño para que los doctores pudieran hacer travesuras. Lo sentí humillado, pues los médicos le inspiran respeto, pero a la vez erecto, porque adora que yo sea así de morbosa. Lo vi, además, aprendiendo de la masturbación que me ofrecía el padre, explicándoles las reacciones de mis pliegues, la dureza de mi clítoris y cómo la naturaleza me había premiado con un coño multiorgásmico.
Mi coño aparecía en los televisores, esponjado, húmedo, hermoso, recorrido por la lengua de mi doctor. Su hijo, en cambio, mostró una obsesión por mis pies y se dedicó por completo a ellos. Ante tanto placer, busqué besar la boca de mi chico y luego le induje a concentrarse en mis pechos, completando a la perfección lo que para mí hubiese sido la consulta perfecta. Yo allí, extendida en la silla, de piernas abiertas, con tres guapísimos hombres regalándome orgasmos.
Desde que conozco a ese doctor me ha inspirado sexo. Siempre he tenido fantasías con él, siempre le he visto con cierto morbo allí, metido entre mis piernas, tan cerca de mi coño, preguntándome cómo me siento, cómo es mi vida sexual. Cómo me hubiese gustado que abandonara la ética y, una vez aplicado el lubricante, en vez de examinarme siguiera frotando. Cómo me hubiese gustado sentir sus largos dedos, expertos en la materia, muy adentro de mi vagina. Cómo me hubiese gustado, que en vez de utilizar uno de sus equipos, utilizara uno de los míos: un vibrador de tamaño y forma perfecta que me compró mi novio.
A veces, cuando me está examinando, logro sentir su aliento y me excito. Creo que él se da cuenta, pero no me importa. Siento el clítoris encendido y mis pezones me delatan.
Ayer, la cosa fue por partida doble. El hijo del ginecólogo es médico y tomó la misma especialización del padre. He de confesar que su pasión por la medicina no es lo único heredado, es tanto o más guapo que su progenitor y allí está, haciendo equipo, consultando los pacientes en conjunto por lo que fueron dos los alientos que sentí y que sacaron mi muy activa imaginación fuera de ese consultorio.
Me inventé que mi chico estaba allí y que su misión era propiciar una total falta de cordura en ese momento. Lo visualicé parado a mi lado, despejando la zona y sosteniendo los labios de mi coño para que los doctores pudieran hacer travesuras. Lo sentí humillado, pues los médicos le inspiran respeto, pero a la vez erecto, porque adora que yo sea así de morbosa. Lo vi, además, aprendiendo de la masturbación que me ofrecía el padre, explicándoles las reacciones de mis pliegues, la dureza de mi clítoris y cómo la naturaleza me había premiado con un coño multiorgásmico.
Mi coño aparecía en los televisores, esponjado, húmedo, hermoso, recorrido por la lengua de mi doctor. Su hijo, en cambio, mostró una obsesión por mis pies y se dedicó por completo a ellos. Ante tanto placer, busqué besar la boca de mi chico y luego le induje a concentrarse en mis pechos, completando a la perfección lo que para mí hubiese sido la consulta perfecta. Yo allí, extendida en la silla, de piernas abiertas, con tres guapísimos hombres regalándome orgasmos.
sábado, 20 de junio de 2009
Dulce miel
Hoy es uno de esos días en los que quiero ser amada. No quiero follar con mi novio sumiso, quiero, siendo su ama, que me haga el amor.
Son dos cosas muy distintas que yo afortunadamente tengo con mi pareja. Igual podemos un día tener el encuentro más sublime, como otro, el más salvaje sexo. Igual podemos descubrirnos felices jugueteando y haciendo chorradas en la cama, como masturbarnos al teléfono mientras otro me folla. Igual me siento inmensamente feliz con una sesión de cosquillas y aplastes, que follándole con un arnés o vistiéndole de mujer. Igual… igual, igual.
En nuestra vida sexual somos dos artistas con una paleta llena de colores y derrochamos talento para crear desde el cuadro más clásico hasta el más sórdido e irreverente.
Hoy no quiero amantes, ni hombres ni mujeres, ya he tenido mucho de eso últimamente. Hoy quiero la caricia dedicada, la mano calmada que sabe dónde tocarme, que me conoce porque ha recorrido cada centímetro de mi cuerpo. Quiero la mano de ese que me quiere, que no sólo aspira tener sexo conmigo, sino que me ofrece su vida, sus sentimientos, su cuerpo. “Quiero la suerte de un amor tranquilo”, como dice la canción.
Quiero sentir su boca en mis pezones, sabiendo que están así de erguidos por él. Quiero escucharle susurrar a mi oído, con esa voz de hombre guapo y experimentado que tiene, cuánto me necesita. Quiero sentirle temblando de deseo, como tantas veces le he sentido ya.
Son dos cosas muy distintas que yo afortunadamente tengo con mi pareja. Igual podemos un día tener el encuentro más sublime, como otro, el más salvaje sexo. Igual podemos descubrirnos felices jugueteando y haciendo chorradas en la cama, como masturbarnos al teléfono mientras otro me folla. Igual me siento inmensamente feliz con una sesión de cosquillas y aplastes, que follándole con un arnés o vistiéndole de mujer. Igual… igual, igual.
En nuestra vida sexual somos dos artistas con una paleta llena de colores y derrochamos talento para crear desde el cuadro más clásico hasta el más sórdido e irreverente.
Hoy no quiero amantes, ni hombres ni mujeres, ya he tenido mucho de eso últimamente. Hoy quiero la caricia dedicada, la mano calmada que sabe dónde tocarme, que me conoce porque ha recorrido cada centímetro de mi cuerpo. Quiero la mano de ese que me quiere, que no sólo aspira tener sexo conmigo, sino que me ofrece su vida, sus sentimientos, su cuerpo. “Quiero la suerte de un amor tranquilo”, como dice la canción.
Quiero sentir su boca en mis pezones, sabiendo que están así de erguidos por él. Quiero escucharle susurrar a mi oído, con esa voz de hombre guapo y experimentado que tiene, cuánto me necesita. Quiero sentirle temblando de deseo, como tantas veces le he sentido ya.
Soy feliz sabiéndome dueña de sus más bajas pasiones, de sus más íntimos secretos, de su parte más débil y oscura, esa que jamás revelaría delante de sus compañeros y amigos, pero que expone libre delante de mí.
Quiero que sabiéndose sumiso y esclavo, se sienta querido. Quiero que sepa que aunque busque placer con otros hombres, a él regreso buscando ternura. Quiero que de mi pecho baje al coño y lo lama muy suavemente. Sabe que esta semana varias pollas han estado allí profanando ese lugar sagrado que quisiera reservarse sólo para él. Lo acaricia con su lengua y busca borrar huellas, deshacer todo recuerdo que no sea el suyo.
Le induzco a cambiar de posición, recostándole contra la pared para besarle y acariciarle. Lo hago con afecto, le dejo sentir todo mi amor. Siento cómo tiembla, cómo está feliz.
Me arrodillo entre sus piernas y le veo a los ojos. Sonrío y me dedico entera a darle placer.
Quiero que sabiéndose sumiso y esclavo, se sienta querido. Quiero que sepa que aunque busque placer con otros hombres, a él regreso buscando ternura. Quiero que de mi pecho baje al coño y lo lama muy suavemente. Sabe que esta semana varias pollas han estado allí profanando ese lugar sagrado que quisiera reservarse sólo para él. Lo acaricia con su lengua y busca borrar huellas, deshacer todo recuerdo que no sea el suyo.
Le induzco a cambiar de posición, recostándole contra la pared para besarle y acariciarle. Lo hago con afecto, le dejo sentir todo mi amor. Siento cómo tiembla, cómo está feliz.
Me arrodillo entre sus piernas y le veo a los ojos. Sonrío y me dedico entera a darle placer.
Me subo a darle un beso y mi boca huele a su sexo. Disfruta que sea así y no como otras veces que siente el olor de otro hombre mientras le beso a él. Su erección es divina, su polla está muy caliente. Tomo sus dedos y le dejo sentir la humedad de mi coño. Estoy desbordada.
Cambiamos nuevamente de posición en este baile que hemos iniciado hoy, para que apoyada contra la pared pueda él penetrarme. Se siente hombre, disfruta del placer de follarme, de brindarme placer. Siento que quiere meterse completo dentro de mí. Me hace acabar, pero él logra controlarse, sacando su polla a tiempo. Ahora mete sus dedos y hace presión. Una mano adentro y otra posada en mi vientre. Tiene una forma de excitarme así que sólo he sentido con él, me provoca hasta orinarme de tanto placer. Tras otro orgasmo, vuelve a penetrarme muy lentamente, pero esta vez se vale de sus palabras para excitarme aún más. “Eres mi diosa y vivo para ti”, susurra, mientras me coge ahora con más intensidad. Le aprieto las nalgas, se las rasguño, meto mis dedos en su hendidura y le rozo el ano.
En esa misma posición, yo de espaldas a la pared, frente a frente con él, me arrodillo y le pido que folle mi boca, mientras mis dedos hacen lo propio en su ano. Su polla entra y sale con rapidez, y es engullida y expulsada por mi garganta.
“Voy a acabar, no puedo más”, alerta; pero mis dedos en su ano le incitan a seguir adelante, a no detenerse y acabar lo comenzado. Tras un impresionante gemido, me alimenta con sus fluidos que disfruto como dulce miel...
miércoles, 17 de junio de 2009
Fóllame con mis tacones puestos
Quiero que tu lengua se convierta en instrumento de humillación y te rindas a mis pies como bien sabes hacerlo.
Ayer fui de otro, pero hoy... hoy quiero ser tuya.
Aprovecha esta oportunidad, lúcete, no hagas que me arrepienta.
martes, 16 de junio de 2009
Uno entre varios...
Hoy recibí una noticia tan grata y tan importante, que no pude sino celebrarla. Cómo? Pues qué más que con una noche de buen sexo y cachondeo. Lástima que mi novio haya tenido que quedar relegado al papel de cornudo, impedido para disfrutar lo fácil que estaba yo hoy. Puta, muy puta, cuanto más, mejor. Luego de besarme y recibir caricias de varios hombres, elegí uno para que pasara la noche conmigo y dejarle comerme el coño hasta hacerme acabar.
sábado, 13 de junio de 2009
Brindemos!
Hoy se cumplen 3 meses desde el día en que decidí crear este blog y plasmar en él, sin pudor alguno, todas mis experiencias y fantasías. Lo celebro, al tiempo que instalo un contador de visitas para llevar la cuenta de cuántos y cuántas me leen, esperando disfruten de lo aquí relatado tanto como lo hacemos mi novio sumiso y yo.
viernes, 12 de junio de 2009
Cornudo y sumiso...
Una de las imágenes que más excitación me producen en la vida, es la de ver a mi novio sumiso pajearse mientras otro me folla. Siento doble placer: por un lado, el que me produce la verga de ese semental cuya única justificación es hacer que mi coño se sienta repleto, y, por otro, verle a él, a mi chico, humillado y excitado a la vez.
“La prefiero compartida…” como dice la canción, fue su respuesta en días pasados cuando le hice chatear con uno de mis amantes. Su hombría de macho ibérico quedó reducida a un pequeño punto en el espacio, al tener que reconocerse sumiso ante otro hombre. Tuvo que explicar que aguantaría todos los cuernos del mundo con tal de estar a mi lado, de ser mi esclavo. Tuvo además que escucharme diciendo lo grande que era esa polla y cómo me brindaría placer.
Me busco amantes con grandes penes para sentir lo que no alcanzo con él. Disfruto de comer pollas, estrujarlas, chuparlas. Mi novio lo ha comprobado; soy quien le ha propinado la mejor mamada de su vida. Me agrada meterlas completas en mi boca y llevarlas a mi garganta. Comérmelas desde la base a la punta, tan suave y sutil como si fuesen helados y luego tan fuerte y rápido como si fuesen de plástico. Meterlas y sacarlas, dejando afuera mi lengua para que el roce sea mayor, y más húmedo, además.
Así, como lo descrito, comienzo a chupar la polla de mi amante mientras veo directamente a los ojos de mi chico. No le quito la vista de encima, no quiero perder ni un segundo de su excitación. Él se masturba descontrolado. No quito tampoco mi boca de esa gran polla que permanece erecta y caliente. Qué delicia! Sólo de recordarla se me hace agua la boca.
Ese amante es una bestia sedienta de lujuria. Una bestia que está allí para complacerme y follarme hasta reventar mis entrañas. Su polla es tan grande, que hasta mi novio la admira. No le envidia, no quisiera estar en su lugar y ser sólo mi amante. Prefiere ser mi sumiso y consagrarse a mí. Es feliz con las migajas que recoge.
Cambio de posición y me coloco encima de mi amante. Continúo comiéndole la polla pero le ofrezco el coño a mi chico. Su misión: prepararlo para tamaña polla. Mojarme y excitarme, para que otro me disfrute y esperar para luego limpiarme con suavidad el coño cansado y satisfecho que ahora sólo pide paz.
“La prefiero compartida…” como dice la canción, fue su respuesta en días pasados cuando le hice chatear con uno de mis amantes. Su hombría de macho ibérico quedó reducida a un pequeño punto en el espacio, al tener que reconocerse sumiso ante otro hombre. Tuvo que explicar que aguantaría todos los cuernos del mundo con tal de estar a mi lado, de ser mi esclavo. Tuvo además que escucharme diciendo lo grande que era esa polla y cómo me brindaría placer.
Me busco amantes con grandes penes para sentir lo que no alcanzo con él. Disfruto de comer pollas, estrujarlas, chuparlas. Mi novio lo ha comprobado; soy quien le ha propinado la mejor mamada de su vida. Me agrada meterlas completas en mi boca y llevarlas a mi garganta. Comérmelas desde la base a la punta, tan suave y sutil como si fuesen helados y luego tan fuerte y rápido como si fuesen de plástico. Meterlas y sacarlas, dejando afuera mi lengua para que el roce sea mayor, y más húmedo, además.
Así, como lo descrito, comienzo a chupar la polla de mi amante mientras veo directamente a los ojos de mi chico. No le quito la vista de encima, no quiero perder ni un segundo de su excitación. Él se masturba descontrolado. No quito tampoco mi boca de esa gran polla que permanece erecta y caliente. Qué delicia! Sólo de recordarla se me hace agua la boca.
Ese amante es una bestia sedienta de lujuria. Una bestia que está allí para complacerme y follarme hasta reventar mis entrañas. Su polla es tan grande, que hasta mi novio la admira. No le envidia, no quisiera estar en su lugar y ser sólo mi amante. Prefiere ser mi sumiso y consagrarse a mí. Es feliz con las migajas que recoge.
Cambio de posición y me coloco encima de mi amante. Continúo comiéndole la polla pero le ofrezco el coño a mi chico. Su misión: prepararlo para tamaña polla. Mojarme y excitarme, para que otro me disfrute y esperar para luego limpiarme con suavidad el coño cansado y satisfecho que ahora sólo pide paz.
lunes, 8 de junio de 2009
Me excita saberme deseada
He pasado todo el fin de semana masturbándome. De un lado del teléfono, mi novio alcanza un intenso orgasmo acompañado de desgarradores gemidos. Mientras tanto, recibo mensajes de una mujer que me quiere devorar. Yo me masturbo pensando en los dos, en cómo cada uno me está deseando en ese justo momento.
La chica, diosa bisexual, fue la primera AMA de mi chico, en una suerte de relación que nunca cerró su ciclo. Ahora, años después, la he revivido yo. Quería incorporarla a una de nuestras fantasías, conocerla, explorarla. Me parece un cierre de ciclo maravilloso que ambas coincidamos.
Tras algunas conversaciones, esta experimentada mujer ha afilado toda su artillería para cazarme. Yo me divierto siendo su presa, estirando y encogiendo la cuerda, mostrándome a veces seducida, otras no tanto.
Me excita ser su nueva obsesión. Saberme pensada por ella, presa de sus deseos. Me gusta haberme convertido en su fantasía, en su objetivo. Me mojo e irremediablemente vuelvo a masturbarme, una y otra vez, una... y mil veces.
La chica, diosa bisexual, fue la primera AMA de mi chico, en una suerte de relación que nunca cerró su ciclo. Ahora, años después, la he revivido yo. Quería incorporarla a una de nuestras fantasías, conocerla, explorarla. Me parece un cierre de ciclo maravilloso que ambas coincidamos.
Tras algunas conversaciones, esta experimentada mujer ha afilado toda su artillería para cazarme. Yo me divierto siendo su presa, estirando y encogiendo la cuerda, mostrándome a veces seducida, otras no tanto.
Me excita ser su nueva obsesión. Saberme pensada por ella, presa de sus deseos. Me gusta haberme convertido en su fantasía, en su objetivo. Me mojo e irremediablemente vuelvo a masturbarme, una y otra vez, una... y mil veces.
sábado, 6 de junio de 2009
Tierna humillación...
Recuerdo, hace muchos años, haber visto Tacones Lejanos y haberme excitado con la escena entre el travesti y Victoria Abril. Letal, como se hacía llamar, vestido de mujer sube a la actriz en un tubo y le ofrece una deliciosa mamada de coño.
Por aquel entonces, yo ni pensaba conocer este mundo. Tampoco le puse mucha cabeza al hecho de haberme excitado, aunque en el momento sí me pareció extraño.
Por aquel entonces, yo ni pensaba conocer este mundo. Tampoco le puse mucha cabeza al hecho de haberme excitado, aunque en el momento sí me pareció extraño.
Años más tarde un actor mexicano, Gael García Bernal, causó igual efecto en mí con su papel en la película La Mala Educación. Él siembre ha llamado mi atención, pero vestido de mujer me despierta un morbo que no logro describir. Me gustaría follármelo hasta perder la sensibilidad del coño.
Por qué me excita un hombre vestido de mujer?
Por qué me excita un hombre vestido de mujer?
La verdad no lo sé. Por 12 años hice ballet, crecí entre cuerpos perfectos, totalmente definidos. Nalgas redondas, paradas, apetitosas. Detrás del escenario no hay tiempo para el pudor. Los ves desnudos, a medio vestir, maquillados, sudados… Alguna vez llegué a tener un juego de seducción con un bailarín. Puede que sea por eso…
Ahora que lo he experimentado en la realidad me sigo excitando, aunque prefiero esa imagen decadente de un hombre que se ve hombre, pero maquillado. Sombras y grandes pestañas postizas en sus ojos, labial… no me gustan las pelucas, ni que se vea muy refinado, me excita el contraste entre su hombría y ese papel de putita barata. Me gusta que tenga rasgos fuertes, que se vea como todo un macho. Ese es un tipo de humillación en el que encuentro una sutil belleza.
Me mojo desde el momento en el que tomo el labial y delineo sus labios. Él cierra los ojos, se entrega a mí. Ya se ha vestido de mujer, se ha convertido en Patricia –así es como me place llamarle-. Le he comprado ligueros. Los pelos de sus piernas se ven a través de las pantys. Arriba viste una prenda íntima, de esas sueltas, transparentes, tipo baby doll. Como no lleva bragas, su polla queda al descubierto. La esconde metiéndosela hacia atrás, entre las piernas. Cuando hace eso, pareciera tener un coño.
Yo estoy sentada sobre él, o ella, como debería ya llamarle. Su rostro queda a la altura de mis pechos. Estoy en ropa interior. Tampoco llevo bragas, pero la piel de mi coño es suave y sin vellos.
Su “coño” y mi coño se rozan, mientras maquillo su rostro. Le siento excitada, se ha puesto muy cachonda. Le hablo como mujer. “Soy tu putita” es una frase que repite constantemente. Le hago verse al espejo, con detenimiento. Se da media vuelta. Me encanta cómo se le ve el culo descubierto entre los ligueros. Lleva tacones con los que no sabe mantener el equilibrio.
Ahora que lo he experimentado en la realidad me sigo excitando, aunque prefiero esa imagen decadente de un hombre que se ve hombre, pero maquillado. Sombras y grandes pestañas postizas en sus ojos, labial… no me gustan las pelucas, ni que se vea muy refinado, me excita el contraste entre su hombría y ese papel de putita barata. Me gusta que tenga rasgos fuertes, que se vea como todo un macho. Ese es un tipo de humillación en el que encuentro una sutil belleza.
Me mojo desde el momento en el que tomo el labial y delineo sus labios. Él cierra los ojos, se entrega a mí. Ya se ha vestido de mujer, se ha convertido en Patricia –así es como me place llamarle-. Le he comprado ligueros. Los pelos de sus piernas se ven a través de las pantys. Arriba viste una prenda íntima, de esas sueltas, transparentes, tipo baby doll. Como no lleva bragas, su polla queda al descubierto. La esconde metiéndosela hacia atrás, entre las piernas. Cuando hace eso, pareciera tener un coño.
Yo estoy sentada sobre él, o ella, como debería ya llamarle. Su rostro queda a la altura de mis pechos. Estoy en ropa interior. Tampoco llevo bragas, pero la piel de mi coño es suave y sin vellos.
Su “coño” y mi coño se rozan, mientras maquillo su rostro. Le siento excitada, se ha puesto muy cachonda. Le hablo como mujer. “Soy tu putita” es una frase que repite constantemente. Le hago verse al espejo, con detenimiento. Se da media vuelta. Me encanta cómo se le ve el culo descubierto entre los ligueros. Lleva tacones con los que no sabe mantener el equilibrio.
Le hago besar el vidrio para que la marca de sus labios deje constancia posterior a este momento.
Le muerdo los pezones por encima de la tela. Meto mis manos por debajo y los acaricio. “Me gustaría que tuvieses más tetas, Patricia”.
Le hago sentarse nuevamente sobre la cama. Yo me levanto y coloco mi coño a la altura de su boca. Comienza a chuparlo cuidando de no regarse el labial. Me excita verle, ver sus ojos maquillados, sus pestañas. Voy a comprarle unos zarcillos, pienso.
Me bajo y le beso. Lo hago con mucha ternura, como cuando un hombre delicadamente le hace el amor a su chica. Comienzo a moverme muy suavemente, a rozarle la polla erecta con mi coño. Se la mojo con mis fluidos, la recorro, pero no dejo que me penetre.
Patricia siente mi coño caliente, húmedo, excitado. Siente cómo la deseo, y cómo ese deseo intenso viene acompañado de sentimiento. “Hoy mi ama me está haciendo el amor”, susurra. Le hago callar con mis dedos. Los meto con suavidad en su boca, los besa. Yo le regreso el beso y busco con mis dedos su culo. Los introduzco con muchísimo cuidado y comienzo poco a poco a masajearlo.
Frente con frente, le miro a los ojos. Acaricio su mejilla con mi otra mano y le vuelvo a besar. Mis dedos le recorren adentro. Siento cómo su culo palpita, cómo pide más. Tomo un vibrador de doble cabeza y le penetro con suavidad. Del otro lado pasa lo mismo en mi coño. Ambas movemos nuestras caderas, coordinamos los movimientos para acabar al unísono.
Tras el orgasmo, ya no se siente Patricia. Reina el silencio mientras apoya su hombría herida en mi pecho. Le siento conmovido, sensible, vulnerable. Giro su rostro hacia el mío, despego las pestañas postizas y con una parte de la sábana borro la pintura de su boca. Le beso en la frente y vuelvo a apoyar su rostro en mi pecho.
Le muerdo los pezones por encima de la tela. Meto mis manos por debajo y los acaricio. “Me gustaría que tuvieses más tetas, Patricia”.
Le hago sentarse nuevamente sobre la cama. Yo me levanto y coloco mi coño a la altura de su boca. Comienza a chuparlo cuidando de no regarse el labial. Me excita verle, ver sus ojos maquillados, sus pestañas. Voy a comprarle unos zarcillos, pienso.
Me bajo y le beso. Lo hago con mucha ternura, como cuando un hombre delicadamente le hace el amor a su chica. Comienzo a moverme muy suavemente, a rozarle la polla erecta con mi coño. Se la mojo con mis fluidos, la recorro, pero no dejo que me penetre.
Patricia siente mi coño caliente, húmedo, excitado. Siente cómo la deseo, y cómo ese deseo intenso viene acompañado de sentimiento. “Hoy mi ama me está haciendo el amor”, susurra. Le hago callar con mis dedos. Los meto con suavidad en su boca, los besa. Yo le regreso el beso y busco con mis dedos su culo. Los introduzco con muchísimo cuidado y comienzo poco a poco a masajearlo.
Frente con frente, le miro a los ojos. Acaricio su mejilla con mi otra mano y le vuelvo a besar. Mis dedos le recorren adentro. Siento cómo su culo palpita, cómo pide más. Tomo un vibrador de doble cabeza y le penetro con suavidad. Del otro lado pasa lo mismo en mi coño. Ambas movemos nuestras caderas, coordinamos los movimientos para acabar al unísono.
Tras el orgasmo, ya no se siente Patricia. Reina el silencio mientras apoya su hombría herida en mi pecho. Le siento conmovido, sensible, vulnerable. Giro su rostro hacia el mío, despego las pestañas postizas y con una parte de la sábana borro la pintura de su boca. Le beso en la frente y vuelvo a apoyar su rostro en mi pecho.
Hoy, ciertamente, le hice el amor.
jueves, 4 de junio de 2009
Texas Holdem
Nos encontrábamos en Montecarlo. Era mi segunda vez allí. Ya yo había estado en los casinos muchos años antes de conocerlo. Me gusta viajar, eso es algo que he hecho de manera constante en mi vida, y que espero seguir haciendo.
En Montecarlo hay dos grandes casinos, los mejores del mundo. Teníamos cita en uno de ellos. Viajábamos en limusina y vestíamos de etiqueta. Yo había comprado en Milán el vestido que lucía esa noche, era de alta costura. Era una noche de lujos y excesos desbordados, que pagaba yo. Mi novio sumiso no tiene el nivel económico para satisfacerme en esos caprichos.
Quien ha ido a Montecarlo sabe que los casinos se encuentran elevados. Grandes escaleras demarcan el camino a la entrada. Es como subir de escala, entrar a un pedacito de cielo, ascender. Todo es parte del juego.
Un salón privado estaba preparado. La idea era apostar y apostar duro. Nos enfrentaríamos a algunos de los mejores jugadores del mundo. Él, mi novio, domina el póker, yo lo he ido aprendiendo. El pacto era el siguiente: quien gane gobierna en la noche y tiene derecho a escoger a quien quiera. De ganar, él tendría libertad de acción por esa noche, algo que nunca le había ofrecido antes.
El juego comenzó. Yo sabía que él podía ganarme, tenía mayor conocimiento. Sin embargo, yo contaba con mis poderes de seducción. Mis hombros, mis piernas… nunca fallan, es cuestión de piel. Muchos hombres me han dicho que jamás habían tocado una piel tan suave.
Las cartas se repartieron. Una jugada buena, otra regular. De vez en cuando hacía caer la manga de mi vestido para dejar por instantes mi pezón al descubierto. Me divierto al ver cómo los caballeros de la mesa pierden concentración.
En Montecarlo hay dos grandes casinos, los mejores del mundo. Teníamos cita en uno de ellos. Viajábamos en limusina y vestíamos de etiqueta. Yo había comprado en Milán el vestido que lucía esa noche, era de alta costura. Era una noche de lujos y excesos desbordados, que pagaba yo. Mi novio sumiso no tiene el nivel económico para satisfacerme en esos caprichos.
Quien ha ido a Montecarlo sabe que los casinos se encuentran elevados. Grandes escaleras demarcan el camino a la entrada. Es como subir de escala, entrar a un pedacito de cielo, ascender. Todo es parte del juego.
Un salón privado estaba preparado. La idea era apostar y apostar duro. Nos enfrentaríamos a algunos de los mejores jugadores del mundo. Él, mi novio, domina el póker, yo lo he ido aprendiendo. El pacto era el siguiente: quien gane gobierna en la noche y tiene derecho a escoger a quien quiera. De ganar, él tendría libertad de acción por esa noche, algo que nunca le había ofrecido antes.
El juego comenzó. Yo sabía que él podía ganarme, tenía mayor conocimiento. Sin embargo, yo contaba con mis poderes de seducción. Mis hombros, mis piernas… nunca fallan, es cuestión de piel. Muchos hombres me han dicho que jamás habían tocado una piel tan suave.
Las cartas se repartieron. Una jugada buena, otra regular. De vez en cuando hacía caer la manga de mi vestido para dejar por instantes mi pezón al descubierto. Me divierto al ver cómo los caballeros de la mesa pierden concentración.
La suerte llegó. Yo comencé a apostar, uno y otro montón de fichas, sin pestañeo ni dolor. No hubo rastro de titubeo. Lancé un bluff que dejó a todos sin aliento. Me llevé la mesa. Gané.
La noche era mía. Yo decidía con quién estar.
La noche era mía. Yo decidía con quién estar.
De haber ganado tú a quien habrías escogido? -le pregunté.
A usted, mi ama. -Respondió.
Yo en cambio escogí a uno de los otros jugadores. Uno muy guapo, por cierto, soltero famoso por sus relaciones promiscuas. Allí mismo, sobre la mesa, le follé delante de mi novio durante toda la noche. Fuimos pareja, hombre - mujer, sumiso - ama -este también resultó ser sumiso-, mujer-mujer… estuvimos de todas las formas y maneras posibles. A mi novio le correspondió ayudarme, chuparme el coño para que el otro me penetrara, empujarle del culo para que lo hiciera con más fuerza. Fue, hablando en el lenguaje de las cartas, nuestro comodín.
Me lo imaginé con tetas y me excité. Colaborando con mi amante, ayudándole a follarme. Sabe muy bien qué me gusta y cómo me gusta, por eso le aconseja. Sabe que hay posiciones que me encantan, pero en las que él -con su polla pequeña- no logra brindarme suficiente placer.
Tenerlos allí a los dos fue mi mejor premio, mi recompensa. A mi sumiso prometí recompensarle luego, de momento, sólo le dejé limpiarme el semen derramado de mi amante.
sábado, 30 de mayo de 2009
Tardes de fresas
Hoy me he masturbado con la imagen de esta foto. Su mirada, sus labios, su expresión de saberse dueña del momento. Esta mujer respira sensualidad, sexo, lujuria.
En mi fantasía, ella jugaba con las fresas y antes de metérselas a la boca, las pasaba delicadamente por mi coño. Recorría mis labios, mi clítoris, las mojaba con mis fluidos para luego morderlas, una a una, muy despacio.
Yo me encontraba tan excitada que varios orgasmos sobrevenían. No había roce de ningún otro tipo, sólo las fresas. Sentía que su mirada me descosía, me penetraba. Temblaba de deseo al verla humedecer sus labios con mis jugos, llenarlos de mi esencia, de mi sabor.
Me gusta jugar así. Fresas, frutas y dulces, comidos desde mi coño. Me encanta que mi novio sumiso pase una tarde entera devorándome las entrañas. A esas tardes las llamamos tardes de fresas…
En mi fantasía, ella jugaba con las fresas y antes de metérselas a la boca, las pasaba delicadamente por mi coño. Recorría mis labios, mi clítoris, las mojaba con mis fluidos para luego morderlas, una a una, muy despacio.
Yo me encontraba tan excitada que varios orgasmos sobrevenían. No había roce de ningún otro tipo, sólo las fresas. Sentía que su mirada me descosía, me penetraba. Temblaba de deseo al verla humedecer sus labios con mis jugos, llenarlos de mi esencia, de mi sabor.
Me gusta jugar así. Fresas, frutas y dulces, comidos desde mi coño. Me encanta que mi novio sumiso pase una tarde entera devorándome las entrañas. A esas tardes las llamamos tardes de fresas…
VERSIÓN MASCULINA: escrita por Paul
La foto que pueden observar y admirar al mismo tiempo, es la imagen de mi Ama en plena tarea de comerse una fresa madura, tan deliciosa como sus labios golosos.
La expresión de su mirada profunda y el fulgor de sus ojos que dominan el entorno, también deja entrever su firme sensualidad y lujuria evidente, además de una cierta cuota de perversidad. Es obvio que su mente no solo está concentrada en el jugo exquisito que corre por sus labios … también lo está en su fantasía y la forma que empleará para hacerla realidad.
Lentamente, sin apuro alguno, arranca pequeños trozos del fruto y los paladea con fruición, mientras tanto la contemplo embebido en su belleza y seducción. A continuación, procede a deslizar lo que resta hasta el lugar en el cual se encuentra mi altar de adoración, donde después de empaparlo generosamente en sus fluidos lo trae a mis labios, que excitados capturan esa esencia divina que mi boca devora con singular avidez.
Mientras entrega la dádiva de su fuente prodigiosa, como invasión incontenible y deseada al mismo tiempo, el ciclo se repite una y otra vez, incluyendo sus comentarios mordaces, que pese a humillarme, me encienden cada vez más y anticipan mi entrega inexorable, que muy pronto vendrá hacia mi con toda la exigencia de placer por parte de la diva.
La foto que pueden observar y admirar al mismo tiempo, es la imagen de mi Ama en plena tarea de comerse una fresa madura, tan deliciosa como sus labios golosos.
La expresión de su mirada profunda y el fulgor de sus ojos que dominan el entorno, también deja entrever su firme sensualidad y lujuria evidente, además de una cierta cuota de perversidad. Es obvio que su mente no solo está concentrada en el jugo exquisito que corre por sus labios … también lo está en su fantasía y la forma que empleará para hacerla realidad.
Lentamente, sin apuro alguno, arranca pequeños trozos del fruto y los paladea con fruición, mientras tanto la contemplo embebido en su belleza y seducción. A continuación, procede a deslizar lo que resta hasta el lugar en el cual se encuentra mi altar de adoración, donde después de empaparlo generosamente en sus fluidos lo trae a mis labios, que excitados capturan esa esencia divina que mi boca devora con singular avidez.
Mientras entrega la dádiva de su fuente prodigiosa, como invasión incontenible y deseada al mismo tiempo, el ciclo se repite una y otra vez, incluyendo sus comentarios mordaces, que pese a humillarme, me encienden cada vez más y anticipan mi entrega inexorable, que muy pronto vendrá hacia mi con toda la exigencia de placer por parte de la diva.
II.
Estaba tan encendido como ella y de tal condición solo era dable esperar un evento intenso y aún no vivido entre ambos.
— Quiero tenerte más excitado que nunca —dijo mi ama— mientras el fulgor de sus ojos traspasaba mis sentidos.
— Yo también lo quiero de ti —dije— tratando de esquivar la intensidad de su mirada. Al parecer las fresas y tu esencia me han provocado un deseo sin límites. Solo pienso en pertenecerte como quieras.
— Tus palabras me excitan aún más, pero quiero asegurar tu disposición a darme placeres intensos y muy prolongados. Para ello, quiero que te sometas a mi poder.
— Soy tuyo —tenlo por seguro—, le prometí, mientras notaba que un fuerte erección corroboraba lo encendido que me estaba poniendo.
Acto seguido, mi ama se acercó ondulando la belleza de su cuerpo sensual y con suma destreza desprendió la correa de mis pantalones, y después de correr el cierre, me ordenó que los bajara hasta situarlos a media pierna, no sin antes observar mi espolón en afán de combate.
— Al parecer mi actitud en esta tarde de fresas te motiva bastante, eso significa que voy por buen camino, susurró con tono bastante irónico. Ahora quiero que te arrodilles y me quites mi prenda más íntima con tus dientes y la mantengas en tu boca. Notarás nítido mi sabor y mi aroma.
A continuación, se sentó cómodamente en un sofá y me ordenó yacer en su regazo. Además, debería acariciar sus piernas con mi mano libre mientras durase el evento que vendría sobre mí. Luego me cogió fuertemente del cabello con su mano izquierda, mientras la derecha se aprestaba a iniciar una acción que habría de mostrar la magnitud de su poder. La piel blanca de mis carnes expuestas estaba a la espera.
La primera palmada descendió con fuerza hasta impactar el objetivo con bastante precisión. Me estremecí al contacto y no pude evitar una queja:
— ¡¡¡Ay!!!
— ¡No seas exagerado! —Me dijo con voz un tanto enronquecida. ¡Ahí tienes otro … y otro
— ¡¡¡Auuuuu!!! … Pese a tener su prenda íntima en mi boca no podía evitar las exclamaciones que me arrancaba en el momento que sus manos transmitían el calor ardiente de su cuerpo.
— Supieras lo exquisito que es pegarte, me dijo cada vez más excitada. Si pudieras observarte estarías en condiciones de ver el hermoso color que le estoy poniendo a tus nalgas. La próxima vez te haré probar mi cinturón de cuero. He visto cómo lo miras cada vez que lo uso, sinvergüenza.
— No te rías de mí, le repuse tan compungido como adolorido por su acción. Sin embargo, sentía que mi erección crecía a límites inconcebibles y que ella lo advertía claramente.
— ¡¡¡Paffff!!! Veo que te agrada tanto como a mí esta postura tan interesante, se burló mi Ama, pero sin poder evitar que un orgasmo inmenso la hiciera delirar de placer y con ello suspendiera la acción punitiva que estaba realizando. Después de un momento prolongado de suspenso, se recuperó para decirme que era suficiente y que ahora quería que me fuera a ese altar maravilloso que tiene entre sus piernas de diosa, donde debería beber de sus mieles, además de prodigarle caricias múltiples y sin reparar en los orgasmos tumultuosos que vendrían a su encuentro, todo lo cual debería captarlo mis sentidos como si fuesen un dádiva divina.
Hice tal como lo ordenó, pero ella estaba tan excitada que no fue suficiente.
¿Desean saber algo más de lo sucedido en esa tarde de fresas?
— Quiero tenerte más excitado que nunca —dijo mi ama— mientras el fulgor de sus ojos traspasaba mis sentidos.
— Yo también lo quiero de ti —dije— tratando de esquivar la intensidad de su mirada. Al parecer las fresas y tu esencia me han provocado un deseo sin límites. Solo pienso en pertenecerte como quieras.
— Tus palabras me excitan aún más, pero quiero asegurar tu disposición a darme placeres intensos y muy prolongados. Para ello, quiero que te sometas a mi poder.
— Soy tuyo —tenlo por seguro—, le prometí, mientras notaba que un fuerte erección corroboraba lo encendido que me estaba poniendo.
Acto seguido, mi ama se acercó ondulando la belleza de su cuerpo sensual y con suma destreza desprendió la correa de mis pantalones, y después de correr el cierre, me ordenó que los bajara hasta situarlos a media pierna, no sin antes observar mi espolón en afán de combate.
— Al parecer mi actitud en esta tarde de fresas te motiva bastante, eso significa que voy por buen camino, susurró con tono bastante irónico. Ahora quiero que te arrodilles y me quites mi prenda más íntima con tus dientes y la mantengas en tu boca. Notarás nítido mi sabor y mi aroma.
A continuación, se sentó cómodamente en un sofá y me ordenó yacer en su regazo. Además, debería acariciar sus piernas con mi mano libre mientras durase el evento que vendría sobre mí. Luego me cogió fuertemente del cabello con su mano izquierda, mientras la derecha se aprestaba a iniciar una acción que habría de mostrar la magnitud de su poder. La piel blanca de mis carnes expuestas estaba a la espera.
La primera palmada descendió con fuerza hasta impactar el objetivo con bastante precisión. Me estremecí al contacto y no pude evitar una queja:
— ¡¡¡Ay!!!
— ¡No seas exagerado! —Me dijo con voz un tanto enronquecida. ¡Ahí tienes otro … y otro
— ¡¡¡Auuuuu!!! … Pese a tener su prenda íntima en mi boca no podía evitar las exclamaciones que me arrancaba en el momento que sus manos transmitían el calor ardiente de su cuerpo.
— Supieras lo exquisito que es pegarte, me dijo cada vez más excitada. Si pudieras observarte estarías en condiciones de ver el hermoso color que le estoy poniendo a tus nalgas. La próxima vez te haré probar mi cinturón de cuero. He visto cómo lo miras cada vez que lo uso, sinvergüenza.
— No te rías de mí, le repuse tan compungido como adolorido por su acción. Sin embargo, sentía que mi erección crecía a límites inconcebibles y que ella lo advertía claramente.
— ¡¡¡Paffff!!! Veo que te agrada tanto como a mí esta postura tan interesante, se burló mi Ama, pero sin poder evitar que un orgasmo inmenso la hiciera delirar de placer y con ello suspendiera la acción punitiva que estaba realizando. Después de un momento prolongado de suspenso, se recuperó para decirme que era suficiente y que ahora quería que me fuera a ese altar maravilloso que tiene entre sus piernas de diosa, donde debería beber de sus mieles, además de prodigarle caricias múltiples y sin reparar en los orgasmos tumultuosos que vendrían a su encuentro, todo lo cual debería captarlo mis sentidos como si fuesen un dádiva divina.
Hice tal como lo ordenó, pero ella estaba tan excitada que no fue suficiente.
¿Desean saber algo más de lo sucedido en esa tarde de fresas?
jueves, 28 de mayo de 2009
Gemidos ahogados...
Hoy es uno de esos días en los que amanezco más ama que nunca, con deseos de someter a mi chico hasta que llore de placer. Me he vestido en consecuencia, y surtido de todos los implementos.
Él se encuentra leyendo, me escucha haciendo algo pero ni se imagina lo que le espera. Viste de fin de semana, esta tarde vendrán sus amigos. Sin embargo, desde hace unos días le obligo a llevar bragas. No sé, pero esto es algo que me excita. Saberle vestido de putita en su interior, estemos donde estemos.
Cuando percibe mi presencia en el cuarto, aparta la vista del libro para hablarme, pero se queda en silencio. Un corsé de cuero es mi única vestimenta. El resto, sólo unas largas y altas botas. Su erección es inminente, siente que su polla explota. Debe liberarla, sacarla de las bragas que le aprietan.
Me complace esta escena. Me gusta observar el poder que tengo sobre él. A veces ni siquiera hay necesidad de palabras ni de contacto físico para llevarle al clímax.
Sale de su estado catatónico cuando recibe el impacto de algo que he lanzado sobre sus piernas. Es una polla arnés. Deseo que me la ponga. Mientras lo hace, me ruega que la utilice con él. Promete ser una buena putita.
-Cállate y comienza a comértela entonces!
Cerró sus ojos, abrió su boca y comenzó a tragársela. La engullía y ensalivaba. Esto para él no es un castigo. Lo disfruta a pesar del conflicto moral que a veces le surge. A mí, en lo particular, no me causa ninguno. Me excita verle entregado al deleite de mamar, chupar… le vienen arcadas cuando trata de metérsela toda. De vez en cuando necesita separarse, tomar aire y regresar con impulsos renovados.
Esto me moja y él lo sabe. Lo comprueba metiéndome sus dedos en el coño mientras sigue comiéndome la polla. Me gusta estar de pie cuando lo hace y desde arriba verle. Él me mira, excitado y agradecido, con mi polla rozándole la garganta.
-Basta, ya es hora de que me ofrezcas ese culito de puta.
No había terminado yo de hablar cuando ya estaba en cuatro patas, pantalones a mitad de pierna. Las bragas seguían en su sitio, al menos por la parte trasera. Por el frente su polla salía erguida.
Aparto con mi mano la parte de las bragas que cubre su culo y compruebo lo excitado que está. El ano está abierto, ansioso de ser penetrado. La polla aún está mojada de su propia saliva, lo que facilita el primer movimiento: uno sólo, continuo y hasta el fondo. Su piel se eriza, su ano se expande y reacomoda para adaptarse al espacio que necesita la polla. Esta es mi más reciente adquisición. No es gruesa, pero sí larga, perfecta para un culo de puta.
Luego de unos segundos, vino el segundo movimiento. Saqué y metí mi polla muy rápidamente y me volví a quedar inmóvil por un momento. Él lo estaba disfrutando.
-Ahora vas a saber lo que es bueno…
Entrar y salir contra reloj determinó mi acción. Me lo follé con fuerza, rapidez e intensidad animal, como si quisiera partirle el culo en dos.
-Si gritas no sigo. Me voy y te dejo a mitad de camino.
Apretó sus labios para ahogar la voz y aguantarse hasta que le sobrevino un orgasmo. Enterró sus uñas en las sábanas, dejando escapar un fuerte gemido que ya no pudo controlar, mientras se dejó caer exhausto, sobre la cama.
Él se encuentra leyendo, me escucha haciendo algo pero ni se imagina lo que le espera. Viste de fin de semana, esta tarde vendrán sus amigos. Sin embargo, desde hace unos días le obligo a llevar bragas. No sé, pero esto es algo que me excita. Saberle vestido de putita en su interior, estemos donde estemos.
Cuando percibe mi presencia en el cuarto, aparta la vista del libro para hablarme, pero se queda en silencio. Un corsé de cuero es mi única vestimenta. El resto, sólo unas largas y altas botas. Su erección es inminente, siente que su polla explota. Debe liberarla, sacarla de las bragas que le aprietan.
Me complace esta escena. Me gusta observar el poder que tengo sobre él. A veces ni siquiera hay necesidad de palabras ni de contacto físico para llevarle al clímax.
Sale de su estado catatónico cuando recibe el impacto de algo que he lanzado sobre sus piernas. Es una polla arnés. Deseo que me la ponga. Mientras lo hace, me ruega que la utilice con él. Promete ser una buena putita.
-Cállate y comienza a comértela entonces!
Cerró sus ojos, abrió su boca y comenzó a tragársela. La engullía y ensalivaba. Esto para él no es un castigo. Lo disfruta a pesar del conflicto moral que a veces le surge. A mí, en lo particular, no me causa ninguno. Me excita verle entregado al deleite de mamar, chupar… le vienen arcadas cuando trata de metérsela toda. De vez en cuando necesita separarse, tomar aire y regresar con impulsos renovados.
Esto me moja y él lo sabe. Lo comprueba metiéndome sus dedos en el coño mientras sigue comiéndome la polla. Me gusta estar de pie cuando lo hace y desde arriba verle. Él me mira, excitado y agradecido, con mi polla rozándole la garganta.
-Basta, ya es hora de que me ofrezcas ese culito de puta.
No había terminado yo de hablar cuando ya estaba en cuatro patas, pantalones a mitad de pierna. Las bragas seguían en su sitio, al menos por la parte trasera. Por el frente su polla salía erguida.
Aparto con mi mano la parte de las bragas que cubre su culo y compruebo lo excitado que está. El ano está abierto, ansioso de ser penetrado. La polla aún está mojada de su propia saliva, lo que facilita el primer movimiento: uno sólo, continuo y hasta el fondo. Su piel se eriza, su ano se expande y reacomoda para adaptarse al espacio que necesita la polla. Esta es mi más reciente adquisición. No es gruesa, pero sí larga, perfecta para un culo de puta.
Luego de unos segundos, vino el segundo movimiento. Saqué y metí mi polla muy rápidamente y me volví a quedar inmóvil por un momento. Él lo estaba disfrutando.
-Ahora vas a saber lo que es bueno…
Entrar y salir contra reloj determinó mi acción. Me lo follé con fuerza, rapidez e intensidad animal, como si quisiera partirle el culo en dos.
-Si gritas no sigo. Me voy y te dejo a mitad de camino.
Apretó sus labios para ahogar la voz y aguantarse hasta que le sobrevino un orgasmo. Enterró sus uñas en las sábanas, dejando escapar un fuerte gemido que ya no pudo controlar, mientras se dejó caer exhausto, sobre la cama.
miércoles, 27 de mayo de 2009
Fantasía o peligrosa realidad
Muchos pensamientos chocan en mi cabeza con total descaro. Necesito SILENCIO, pensar menos y sentir más. Entregarme a las más oscuras pasiones mientras mi novio sumiso escucha al otro lado del teléfono. Será eso jugar con candela? me quemaré?...
sábado, 23 de mayo de 2009
Sentirlo débil me excita
Le pedí que se desvistiera, se quedara completamente desnudo y me esperara acostado en el piso, en posición fetal. Eso le hizo sentir como un niño indefenso. Concentraba su mirada en las blancas rodillas, veía sus pies, y esperaba impaciente. No sabía con qué vendría yo. Si estaba molesta, agresiva, pasional o cariñosa. No lo pudo percibir en mi tono de voz. Fue una comunicación corta, tajante, pero de tono neutro. No tenía pistas.
Con el pasar del tiempo comenzó a aflorar su vulnerabilidad. Cuando se siente así deja caer la personalidad fuerte y valiente que ante el mundo le caracteriza. Me gusta que eso suceda. Lo siento más real, más él. Me agrada que mi sumiso sea un hombre exitoso, que se coma el mundo y que sólo en nuestro universo privado -éste que construimos y compartimos con ustedes- se permita dejar a un lado el personaje y mostrarse débil, entregado, rendido a mí.
Entré a la habitación y pude leer sus pensamientos. Él sólo vio una larga bota, la de mi pierna derecha, posarse frente a su rostro. Comenzó a lamer el tacón mientras seguía en posición fetal. Yo, de pie, no hacía más que mirarle y apreciar la escena. Era hermosa.
Me senté en sus caderas y mantuve mi pierna derecha en el mismo sitio. Él lamía con devoción. Yo, sin embargo, dejé de mirarle pasivamente y le regalé una caricia. Metí mis dedos entre sus cabellos y pasé mi mano por su cuello, su espalda. Volví a subirla, como quien soba a un perro. Noté cómo esta caricia le impactó. Noté su piel de gallina, y una leve sonrisa. Me acerqué y besé su mejilla. Una lágrima comenzaba a recorrerla.
Le hice cambiar de posición. Arrodillarse con la cabeza ahora metida entre sus piernas. Continué con las caricias en su espalda, sus caderas, sus nalgas. Me encantan sus nalgas. Las recorría provocando diversas sensaciones con mis dedos, las pasaba de largo y seguía directo a los muslos, a veces con las yemas de los dedos, a veces con las uñas.
Yo estaba también arrodillada, detrás de él. Apoyada en su espalda, encajando mi cuerpo en el suyo.
Luego de un rato, introduje mis dedos en su boca. Los llené de saliva y me fui directo a su culo. No pudo evitar subirlo. Le hice abrir un poco las piernas, sin cambiar mucho la posición. Arrodillado, caderas arriba, la cara en el piso. Estando así me provoca besarle el ano, meterle la lengua y hacer que se excite, mientras con mi mano derecha, esa misma que mojé en su boca, recorro su polla, sus bolas. Las mojo con su propia saliva y las hago quedar resbalosas. Así, mientras me pierdo en su culo, le propicio la mejor masturbación que ha tenido en su vida.
Se siente ordeñado, feliz. Agradecido de tenerme.
Con el pasar del tiempo comenzó a aflorar su vulnerabilidad. Cuando se siente así deja caer la personalidad fuerte y valiente que ante el mundo le caracteriza. Me gusta que eso suceda. Lo siento más real, más él. Me agrada que mi sumiso sea un hombre exitoso, que se coma el mundo y que sólo en nuestro universo privado -éste que construimos y compartimos con ustedes- se permita dejar a un lado el personaje y mostrarse débil, entregado, rendido a mí.
Entré a la habitación y pude leer sus pensamientos. Él sólo vio una larga bota, la de mi pierna derecha, posarse frente a su rostro. Comenzó a lamer el tacón mientras seguía en posición fetal. Yo, de pie, no hacía más que mirarle y apreciar la escena. Era hermosa.
Me senté en sus caderas y mantuve mi pierna derecha en el mismo sitio. Él lamía con devoción. Yo, sin embargo, dejé de mirarle pasivamente y le regalé una caricia. Metí mis dedos entre sus cabellos y pasé mi mano por su cuello, su espalda. Volví a subirla, como quien soba a un perro. Noté cómo esta caricia le impactó. Noté su piel de gallina, y una leve sonrisa. Me acerqué y besé su mejilla. Una lágrima comenzaba a recorrerla.
Le hice cambiar de posición. Arrodillarse con la cabeza ahora metida entre sus piernas. Continué con las caricias en su espalda, sus caderas, sus nalgas. Me encantan sus nalgas. Las recorría provocando diversas sensaciones con mis dedos, las pasaba de largo y seguía directo a los muslos, a veces con las yemas de los dedos, a veces con las uñas.
Yo estaba también arrodillada, detrás de él. Apoyada en su espalda, encajando mi cuerpo en el suyo.
Luego de un rato, introduje mis dedos en su boca. Los llené de saliva y me fui directo a su culo. No pudo evitar subirlo. Le hice abrir un poco las piernas, sin cambiar mucho la posición. Arrodillado, caderas arriba, la cara en el piso. Estando así me provoca besarle el ano, meterle la lengua y hacer que se excite, mientras con mi mano derecha, esa misma que mojé en su boca, recorro su polla, sus bolas. Las mojo con su propia saliva y las hago quedar resbalosas. Así, mientras me pierdo en su culo, le propicio la mejor masturbación que ha tenido en su vida.
Se siente ordeñado, feliz. Agradecido de tenerme.
martes, 19 de mayo de 2009
El beso negro...
Me encanta sentirte sumergido en mi culo y que me hagas acabar al follarme con tu lengua. Me gusta luego sentarme sobre tu cara, hacer presión con mi coño y chorrearte con mis fluidos. Que mi sexo te empape la ....., que tu vista se nuble y tu boca se sacie de mi sabor. Que tú, mi esclavo, te sientas asfixiado por este coño de Diosa.
sábado, 16 de mayo de 2009
Toda una diosa chupando coños...
Llegué al hotel ardiendo de deseo. Imágenes lujuriosas habían estado taladrando mi cabeza durante la noche, sustituyendo la tranquilidad del sueño por la fogosidad de un futuro encuentro entre dos diosas. Todo esto había pasado tras una conversación con mi novio en la que nos dio por hablar sobre esta chica. Yo le afirmaba que –de gustarme- me la follaría. Soy completamente honesta en este tipo de cosas y no me freno al hablar. Él se excita con el comentario. Le gusta ver cómo me siento con derecho de cogérmela, cómo pienso que esa decisión es sólo mía. Y mía sólo era.
Tras un par de correos electrónicos acordamos vernos. De plano, la tía puso una condición: en esta primera cita sería ella quien tomaría la iniciativa. Yo tendría que entregarme a su juego, dejarme llevar, ceder el poder y sólo tener el placer de recibir. Yo acepté. Me causaba curiosidad ver qué tanto me haría.
Quedamos al final de la jornada laboral. Yo había tenido un par de reuniones importantes para las que había utilizado –a propósito, claro- un atuendo imponente, fino, seductor. Las reuniones habían sido para negociar un acuerdo y los “contrincantes”, resultaron ser dos hombres débiles de carácter que cedieron en sus demandas con sólo verme. Mi día, en su transcurrir, no hizo más que fortalecer mi sentido de dominación.
Se abrió la puerta de la habitación y estaba ella. Se había cambiado. Se había puesto tan “cómoda” como protagonista de peli porno. No hubo palabras, ni saludos. Las dos sabíamos que teníamos una cuenta pendiente. La vi y me gustó. Me sentí atraída. Tenía unos pechos increíbles que parecían burlarse de la poca tela que sin éxito trataba de cubrirles atrapando descaradamente mi mirada. Su abdomen, completamente plano y definido, daba fe de que aquel era un cuerpo ejercitado.
Un beso cálido interrumpió mis pensamientos. Solté la cartera al piso y me entregué al juego. Sus labios rozaron los míos. Su lengua recorrió mi cuello, mi oído. Chupó mis pechos por encima de la blusa. Notó que no llevaba sostén y se concentró en mis pezones. Mis tetas estaban duras, erguidas, sensibles.
Yo estaba apoyada a la puerta. No había dado ni un solo paso dentro de esa habitación cuando ya sentía mi coño mojado. Era evidente que ella también se había imaginado este encuentro y había calculado paso a paso cada uno de sus movimientos.
Inesperadamente se lanzó al piso, a mis pies. Lamió mis dedos a través de las sandalias y recorrió con su lengua mi pierna derecha hasta la rodilla, cambiándose a la izquierda para recorrer el entre muslo. Su cabeza quedó metida entre mi falda, su lengua, enredándose en mis bragas. Notó que la humedad traspasaba la tela y se dio cuenta de lo mucho que lubricaba. Suavemente me despojó de las bragas y comenzó a comerme el coño.
Yo seguía apoyada a la puerta, ahora con las piernas más abiertas. Esta tía era una diosa traga coños. No veía lo que hacía, sólo sentía cómo me lamía. Apretaba y aflojaba, cambiaba el ritmo, subía a mi clítoris, bajaba hasta casi llegar al ano. Metía su lengua y me follaba con ella. Movía su rostro, se sacudía. Aspiraba como tratando de chuparse mis fluidos. Se separaba, regresaba con un lengüetazo, otro. Soplaba, volvía a lamer, apuraba la lengua y con ella me masturbaba. Aquella era una mamada perfecta, pensé. Me hizo acabar con intensidad. No sólo temblaron las paredes de mi coño, sino todo mi cuerpo. Fue un tsunami de orgasmo, de esos que dejan como firma una sonrisa tonta en el rostro.
Tras semejante oferta de placer, se levantó del piso. Me vio fijamente. Su mirada era muy sensual. Tomó mi mano para invitarme a pasar, dejando claro que aquel orgasmo había sido la bienvenida.
De tomar había sólo whiskey. Sirvió dos, en las rocas. Me senté en un banquito alto, al lado del pequeño bar. Mientras ella servía los tragos yo me dedicaba a recorrer su cuerpo con mis ojos. La desnudaba con la mirada. Ella lo notaba y en consecuencia procuraba movimientos lentos, lascivos.
Regresó a mi lado y me extendió el vaso. Sorbí un trago generoso, me hacía falta. Mis piernas todavía temblaban del orgasmo. Ese era, sin lugar a dudas, la mejor comida de coño en toda mi vida, y mira que he tenido una larga lista de amantes que se han esforzado en dejar huella.
Seguimos sin intercambiar palabras. Yo dejaba de verle sólo para tomar de mi trago. Y ella dejaba de recorrer mi cuerpo con sus dedos, para tomar del suyo. Era una caricia suave con la que dibujaba garabatos por toda mi piel. Comenzó por los hombros, siguió por los brazos, pasó por el torso, las caderas, las piernas. Subía y bajaba pasando muy cerca de mis zonas erógenas, pero sin tocarlas. Su juego era hacer que la deseara y luego cortar el deseo. Sé muy bien cómo funciona…
Yo chupé un hielo y se lo di. Desabotonó mi blusa para dejar al descubierto mis pechos y comenzó a jugar con él. Las gotas que caían me recorrían con toda sensualidad. Ella sabía lo que hacía. Me excitaba con el frío y luego lo retiraba, metiéndoselo en la boca, acercándose a uno de mis pezones para lamerlo de un solo movimiento largo y extendido, sin apartar su mirada clavada fijamente en mis ojos … así como cuando se lame una polla de la base a la punta, sólo para recorrer su extensión y ver la cara de excitación de su dueño.
Poco a poco el hielo se fue derritiendo, mientras ella lo frotaba con su lengua sobre mis pechos. Me sentía caliente, mojada, con ganas de ser penetrada. Seguía sentada en el taburete, recostando mi espalda en la barra. Mis codos me sostenían, mientras dejé caer la cabeza hacia atrás y abrí más las piernas. Ella dio un paso al frente y se colocó muy cerca. La falda se me subió y quedó enrollada alrededor de mis caderas. Con su juego seductor, embestía su boca contra mi pecho mientras movía sus caderas contra las mías. Mi coño sólo recibía los golpes del ir y venir de su cuerpo; sólo eso, hasta que de pronto volví a sentir la humedad de sus labios, ahora fríos, ofreciéndome una vez más la destreza de sus movimientos en el arte de chupar coños. Me sentí agradecida, sabía que pronto vendría otro tremendo orgasmo.
Apoyé mejor las piernas en el piso, incorporándome a la posición vertical. Ella se separó un poco, pensó que yo estaba acabando con la secuencia. No lo entendió hasta que vio que sólo me estaba volteando. Ahora mi torso se apoyaba de frente sobre la barra. Se le hizo agua la boca al ver mi culo, “es un culo delicioso”, dijo. Eran las primeras palabras pronunciadas en toda la tarde y fueron las únicas. Yo simplemente la miré de reojo y comprendió que debía continuar chupando, es que aunque lo quiera no logro evitar mi condición de ama.
Mientras me comía el ano e introducía su lengua con suavidad, sus dedos se encargaban de mi clítoris. Yo estaba muy mojada y mis fluidos hacían que la masturbación incluso sonara sensual. Ella bajaba del culo al coño para tragárselos y excitarme aún más. Así sobrevino otro orgasmo. Era como si supiera con exactitud en dónde tocar y a qué velocidad. Comprendí que ésa era su especialidad, y terminando de apoyar mi torso sobre la barra me impulsé hacia adelante, dejando más en alto mi cuerpo. Se sentó sobre el taburete y literalmente sumergió su cara entre mi culo. Le alcancé otro hielo, que introdujo con sus labios en mi ano. Lo metía y, al salirse, lo chupaba. Se derritió casi de inmediato. Yo estaba hirviendo.
De pronto se alejó. Me quité la falda, me monté sobre la barra y la esperé acostada, de piernas abiertas y dobladas. Ella apareció con un arnés, una polla grande y suculenta con la que finalmente me penetró. La introducía con fuerza y yo respondía agarrándome del borde de la barra, no sólo para aguantar, sino para contrarrestar el movimiento haciéndolo más profundo. Terminamos metidas en un jacuzzi. Fue una cogida fuerte, intensa, acorde con el ciclo de orgasmos que magistralmente me había estado proporcionando.
Tras un par de correos electrónicos acordamos vernos. De plano, la tía puso una condición: en esta primera cita sería ella quien tomaría la iniciativa. Yo tendría que entregarme a su juego, dejarme llevar, ceder el poder y sólo tener el placer de recibir. Yo acepté. Me causaba curiosidad ver qué tanto me haría.
Quedamos al final de la jornada laboral. Yo había tenido un par de reuniones importantes para las que había utilizado –a propósito, claro- un atuendo imponente, fino, seductor. Las reuniones habían sido para negociar un acuerdo y los “contrincantes”, resultaron ser dos hombres débiles de carácter que cedieron en sus demandas con sólo verme. Mi día, en su transcurrir, no hizo más que fortalecer mi sentido de dominación.
Se abrió la puerta de la habitación y estaba ella. Se había cambiado. Se había puesto tan “cómoda” como protagonista de peli porno. No hubo palabras, ni saludos. Las dos sabíamos que teníamos una cuenta pendiente. La vi y me gustó. Me sentí atraída. Tenía unos pechos increíbles que parecían burlarse de la poca tela que sin éxito trataba de cubrirles atrapando descaradamente mi mirada. Su abdomen, completamente plano y definido, daba fe de que aquel era un cuerpo ejercitado.
Un beso cálido interrumpió mis pensamientos. Solté la cartera al piso y me entregué al juego. Sus labios rozaron los míos. Su lengua recorrió mi cuello, mi oído. Chupó mis pechos por encima de la blusa. Notó que no llevaba sostén y se concentró en mis pezones. Mis tetas estaban duras, erguidas, sensibles.
Yo estaba apoyada a la puerta. No había dado ni un solo paso dentro de esa habitación cuando ya sentía mi coño mojado. Era evidente que ella también se había imaginado este encuentro y había calculado paso a paso cada uno de sus movimientos.
Inesperadamente se lanzó al piso, a mis pies. Lamió mis dedos a través de las sandalias y recorrió con su lengua mi pierna derecha hasta la rodilla, cambiándose a la izquierda para recorrer el entre muslo. Su cabeza quedó metida entre mi falda, su lengua, enredándose en mis bragas. Notó que la humedad traspasaba la tela y se dio cuenta de lo mucho que lubricaba. Suavemente me despojó de las bragas y comenzó a comerme el coño.
Yo seguía apoyada a la puerta, ahora con las piernas más abiertas. Esta tía era una diosa traga coños. No veía lo que hacía, sólo sentía cómo me lamía. Apretaba y aflojaba, cambiaba el ritmo, subía a mi clítoris, bajaba hasta casi llegar al ano. Metía su lengua y me follaba con ella. Movía su rostro, se sacudía. Aspiraba como tratando de chuparse mis fluidos. Se separaba, regresaba con un lengüetazo, otro. Soplaba, volvía a lamer, apuraba la lengua y con ella me masturbaba. Aquella era una mamada perfecta, pensé. Me hizo acabar con intensidad. No sólo temblaron las paredes de mi coño, sino todo mi cuerpo. Fue un tsunami de orgasmo, de esos que dejan como firma una sonrisa tonta en el rostro.
Tras semejante oferta de placer, se levantó del piso. Me vio fijamente. Su mirada era muy sensual. Tomó mi mano para invitarme a pasar, dejando claro que aquel orgasmo había sido la bienvenida.
De tomar había sólo whiskey. Sirvió dos, en las rocas. Me senté en un banquito alto, al lado del pequeño bar. Mientras ella servía los tragos yo me dedicaba a recorrer su cuerpo con mis ojos. La desnudaba con la mirada. Ella lo notaba y en consecuencia procuraba movimientos lentos, lascivos.
Regresó a mi lado y me extendió el vaso. Sorbí un trago generoso, me hacía falta. Mis piernas todavía temblaban del orgasmo. Ese era, sin lugar a dudas, la mejor comida de coño en toda mi vida, y mira que he tenido una larga lista de amantes que se han esforzado en dejar huella.
Seguimos sin intercambiar palabras. Yo dejaba de verle sólo para tomar de mi trago. Y ella dejaba de recorrer mi cuerpo con sus dedos, para tomar del suyo. Era una caricia suave con la que dibujaba garabatos por toda mi piel. Comenzó por los hombros, siguió por los brazos, pasó por el torso, las caderas, las piernas. Subía y bajaba pasando muy cerca de mis zonas erógenas, pero sin tocarlas. Su juego era hacer que la deseara y luego cortar el deseo. Sé muy bien cómo funciona…
Yo chupé un hielo y se lo di. Desabotonó mi blusa para dejar al descubierto mis pechos y comenzó a jugar con él. Las gotas que caían me recorrían con toda sensualidad. Ella sabía lo que hacía. Me excitaba con el frío y luego lo retiraba, metiéndoselo en la boca, acercándose a uno de mis pezones para lamerlo de un solo movimiento largo y extendido, sin apartar su mirada clavada fijamente en mis ojos … así como cuando se lame una polla de la base a la punta, sólo para recorrer su extensión y ver la cara de excitación de su dueño.
Poco a poco el hielo se fue derritiendo, mientras ella lo frotaba con su lengua sobre mis pechos. Me sentía caliente, mojada, con ganas de ser penetrada. Seguía sentada en el taburete, recostando mi espalda en la barra. Mis codos me sostenían, mientras dejé caer la cabeza hacia atrás y abrí más las piernas. Ella dio un paso al frente y se colocó muy cerca. La falda se me subió y quedó enrollada alrededor de mis caderas. Con su juego seductor, embestía su boca contra mi pecho mientras movía sus caderas contra las mías. Mi coño sólo recibía los golpes del ir y venir de su cuerpo; sólo eso, hasta que de pronto volví a sentir la humedad de sus labios, ahora fríos, ofreciéndome una vez más la destreza de sus movimientos en el arte de chupar coños. Me sentí agradecida, sabía que pronto vendría otro tremendo orgasmo.
Apoyé mejor las piernas en el piso, incorporándome a la posición vertical. Ella se separó un poco, pensó que yo estaba acabando con la secuencia. No lo entendió hasta que vio que sólo me estaba volteando. Ahora mi torso se apoyaba de frente sobre la barra. Se le hizo agua la boca al ver mi culo, “es un culo delicioso”, dijo. Eran las primeras palabras pronunciadas en toda la tarde y fueron las únicas. Yo simplemente la miré de reojo y comprendió que debía continuar chupando, es que aunque lo quiera no logro evitar mi condición de ama.
Mientras me comía el ano e introducía su lengua con suavidad, sus dedos se encargaban de mi clítoris. Yo estaba muy mojada y mis fluidos hacían que la masturbación incluso sonara sensual. Ella bajaba del culo al coño para tragárselos y excitarme aún más. Así sobrevino otro orgasmo. Era como si supiera con exactitud en dónde tocar y a qué velocidad. Comprendí que ésa era su especialidad, y terminando de apoyar mi torso sobre la barra me impulsé hacia adelante, dejando más en alto mi cuerpo. Se sentó sobre el taburete y literalmente sumergió su cara entre mi culo. Le alcancé otro hielo, que introdujo con sus labios en mi ano. Lo metía y, al salirse, lo chupaba. Se derritió casi de inmediato. Yo estaba hirviendo.
De pronto se alejó. Me quité la falda, me monté sobre la barra y la esperé acostada, de piernas abiertas y dobladas. Ella apareció con un arnés, una polla grande y suculenta con la que finalmente me penetró. La introducía con fuerza y yo respondía agarrándome del borde de la barra, no sólo para aguantar, sino para contrarrestar el movimiento haciéndolo más profundo. Terminamos metidas en un jacuzzi. Fue una cogida fuerte, intensa, acorde con el ciclo de orgasmos que magistralmente me había estado proporcionando.
jueves, 14 de mayo de 2009
domingo, 10 de mayo de 2009
Te quiero putita, y punto.
De estas bragas sólo hay tallas grandes, dijo la encargada de la tienda. Se trataba de unas muy lujosas, finas, de diseñador: 350 Euros. ¿Hay talla L? pregunté. Sí, respondió ella. Entonces las llevo.
Al salir de la tienda llamé a mi chico para recordarle el compromiso de esta noche. Hoy tengo un coctel con gente muy importante, rica, poderosa.
Entré al piso cargada de bolsas. Él supuso que me había comprado un costoso traje pero tras observarme descubrió que alguna picardía me traía entre manos. Yo pregunté: de verdad eres mi sumiso? Sí, lo soy. Haz conmigo lo que quieras. El sólo hecho de pronunciar esta frase le excita.
He comprado algunas cosas para ti, le dije al tiempo que lanzaba una bolsa sobre la cama. Su cara de sorpresa fue grande al sacar una pequeña braguita de su talla; de esas llamadas tangas o “hilos dentales” por imitar dentro del culo la función de este implemento de cuidado bucal. Quiero que lo lleves puesto esta noche. Pero… esta noche, esta noche no estaremos jugando, se trata de algo serio, importante para ti, replicó. Algo serio e importante para mí es saber que cuento con un buen esclavo, de no ser así prefiero despacharle y buscarme otro.
Me divertí tras ver su cara de angustia al sentir el hilo entre sus nalgas. Era la primera vez que lo hacía y se notaba realmente incómodo. Sudaba frío. Nunca había llevado una prenda femenina y, la verdad, pensaba que todo esto era un poco gay. No estaba feliz con esta situación, sin embargo su polla hacía ver otra cosa. Tenía rabia. Se sentía mal, miserable. Temía que al verle excitado yo misma me cruzara con ese pensamiento y le viera como un maricón.
Investigando sobre sumisión alguna vez se topó con el concepto, pero sentía repulsión de sólo figurarse feminizado. Yo soy sumiso, no travesti. Y acto seguido borraba de su mente esta imagen que tanto le perturbaba y seducía a la vez.
Saqué de otra bolsa unas medias pantis. Un diseño muy sensual que se puso de moda hace años. Son lisas, negras y traen una “vena” que recorre la parte trasera de la pierna, bajando desde la cintura, atravesando las nalgas, hasta llegar al muslo. Su atuendo fue completado con un brassier. Le pellizqué las tetillas como si se tratara de pezones y le dije: esta noche serás mi putita.
En un acto de rebeldía se desvistió. Buscando salvaguardar su hombría me dijo que todo aquello no era más que una locura, que vestirse de mujer era sobrepasar el límite y que con eso no se juega. Yo en respuesta bajé la mirada y al ver su polla erecta sólo sonreí con ironía y me di media vuelta.
Si esta noche no eres mi putita, entonces no te quiero ver acá cuando regrese. Salí al coctel más hermosa que nunca. Sola, me incorporé a la fiesta y comencé a flirtear con todos los presentes. Cuando estaba a punto de dejarme seducir apareció mi novio. Llevaba su traje formal, se veía guapísimo. Noté cómo las mujeres de la fiesta le coqueteaban.
Se acercó a mí y con un susurro dijo: si me quieres putita, putita soy, tomando mi mano y apoyándola sobre su pecho para que lograra sentir el brassier.
Le pedí que me dejara disfrutar un poco más de la fiesta sin su compañía, que se acercara a un grupo de chicas que ya le habían echado el ojo. Él me obedeció nervioso. Temía que le rozaran la camisa, que se dieran cuenta de cómo iba ataviado debajo de su ropa. Temblaba además con solo pensar que yo podría mandarle a estar con una chica, a mostrarle sus pantis.
Tras divertirme un rato más, le dije que me siguiera. Busqué un lugar apartado, le embestí contra la pared y le di un beso muy apasionado. Acto seguido metí mi mano en la cartera y saqué una pequeña navaja. Hice que se diera media vuelta, metí mi mano entre su pantalón y le abrí un agujero a las medias. Apartando el hilo rocé con mis dedos su culo y le dije al oído: sólo quiero follarte y escucharte gemir de placer. Sentí cómo se estremeció. Sus nalgas se movieron hacia arriba, como parándolas, haciendo un gesto de ofrecimiento y aceptación. Haz lo que tú quieras… suplicó.
Estaba muy excitado. Le bajé los pantalones a media pierna. Luego hice lo mismo con las medias. El hilo, lo dejé. Aunque en un sitio discreto, seguíamos en la fiesta. Le daba pánico que alguien llegara a presenciar esa escena.
De una nalgada le dejé marcada mi mano. Eres una putita muy traviesa. Sí, lo soy, contestó. Aparté el hilo con la mano izquierda mientras me humedecía los dedos de la derecha. Les llenaba de saliva y les juntaba para penetrarle el ano. Con sólo rozarlo le noté las ganas de ser poseído. No controlaba sus movimientos, parecía palpitar. Su culo de putita pedía a gritos ser penetrado y así lo hice, prácticamente en medio de la gente. Primero con suavidad, luego con más fuerza. Simulaba los movimientos de una polla con mis dedos. Mis caderas marcaban el ritmo. No podía gritar, aunque lo hubiese querido. No podía gemir y entre sollozos pedirme que regresáramos al piso a terminar lo que habíamos comenzado. Su culo, su ano, quería ser penetrado por algo más que mis dedos, quería algo más grande, definitivamente más grueso. Quería tragarse mi polla sin ningún tipo de prejuicios. Y yo, he de decirlo, follármelo como a la más perra de mis putitas.
Al salir de la tienda llamé a mi chico para recordarle el compromiso de esta noche. Hoy tengo un coctel con gente muy importante, rica, poderosa.
Entré al piso cargada de bolsas. Él supuso que me había comprado un costoso traje pero tras observarme descubrió que alguna picardía me traía entre manos. Yo pregunté: de verdad eres mi sumiso? Sí, lo soy. Haz conmigo lo que quieras. El sólo hecho de pronunciar esta frase le excita.
He comprado algunas cosas para ti, le dije al tiempo que lanzaba una bolsa sobre la cama. Su cara de sorpresa fue grande al sacar una pequeña braguita de su talla; de esas llamadas tangas o “hilos dentales” por imitar dentro del culo la función de este implemento de cuidado bucal. Quiero que lo lleves puesto esta noche. Pero… esta noche, esta noche no estaremos jugando, se trata de algo serio, importante para ti, replicó. Algo serio e importante para mí es saber que cuento con un buen esclavo, de no ser así prefiero despacharle y buscarme otro.
Me divertí tras ver su cara de angustia al sentir el hilo entre sus nalgas. Era la primera vez que lo hacía y se notaba realmente incómodo. Sudaba frío. Nunca había llevado una prenda femenina y, la verdad, pensaba que todo esto era un poco gay. No estaba feliz con esta situación, sin embargo su polla hacía ver otra cosa. Tenía rabia. Se sentía mal, miserable. Temía que al verle excitado yo misma me cruzara con ese pensamiento y le viera como un maricón.
Investigando sobre sumisión alguna vez se topó con el concepto, pero sentía repulsión de sólo figurarse feminizado. Yo soy sumiso, no travesti. Y acto seguido borraba de su mente esta imagen que tanto le perturbaba y seducía a la vez.
Saqué de otra bolsa unas medias pantis. Un diseño muy sensual que se puso de moda hace años. Son lisas, negras y traen una “vena” que recorre la parte trasera de la pierna, bajando desde la cintura, atravesando las nalgas, hasta llegar al muslo. Su atuendo fue completado con un brassier. Le pellizqué las tetillas como si se tratara de pezones y le dije: esta noche serás mi putita.
En un acto de rebeldía se desvistió. Buscando salvaguardar su hombría me dijo que todo aquello no era más que una locura, que vestirse de mujer era sobrepasar el límite y que con eso no se juega. Yo en respuesta bajé la mirada y al ver su polla erecta sólo sonreí con ironía y me di media vuelta.
Si esta noche no eres mi putita, entonces no te quiero ver acá cuando regrese. Salí al coctel más hermosa que nunca. Sola, me incorporé a la fiesta y comencé a flirtear con todos los presentes. Cuando estaba a punto de dejarme seducir apareció mi novio. Llevaba su traje formal, se veía guapísimo. Noté cómo las mujeres de la fiesta le coqueteaban.
Se acercó a mí y con un susurro dijo: si me quieres putita, putita soy, tomando mi mano y apoyándola sobre su pecho para que lograra sentir el brassier.
Le pedí que me dejara disfrutar un poco más de la fiesta sin su compañía, que se acercara a un grupo de chicas que ya le habían echado el ojo. Él me obedeció nervioso. Temía que le rozaran la camisa, que se dieran cuenta de cómo iba ataviado debajo de su ropa. Temblaba además con solo pensar que yo podría mandarle a estar con una chica, a mostrarle sus pantis.
Tras divertirme un rato más, le dije que me siguiera. Busqué un lugar apartado, le embestí contra la pared y le di un beso muy apasionado. Acto seguido metí mi mano en la cartera y saqué una pequeña navaja. Hice que se diera media vuelta, metí mi mano entre su pantalón y le abrí un agujero a las medias. Apartando el hilo rocé con mis dedos su culo y le dije al oído: sólo quiero follarte y escucharte gemir de placer. Sentí cómo se estremeció. Sus nalgas se movieron hacia arriba, como parándolas, haciendo un gesto de ofrecimiento y aceptación. Haz lo que tú quieras… suplicó.
Estaba muy excitado. Le bajé los pantalones a media pierna. Luego hice lo mismo con las medias. El hilo, lo dejé. Aunque en un sitio discreto, seguíamos en la fiesta. Le daba pánico que alguien llegara a presenciar esa escena.
De una nalgada le dejé marcada mi mano. Eres una putita muy traviesa. Sí, lo soy, contestó. Aparté el hilo con la mano izquierda mientras me humedecía los dedos de la derecha. Les llenaba de saliva y les juntaba para penetrarle el ano. Con sólo rozarlo le noté las ganas de ser poseído. No controlaba sus movimientos, parecía palpitar. Su culo de putita pedía a gritos ser penetrado y así lo hice, prácticamente en medio de la gente. Primero con suavidad, luego con más fuerza. Simulaba los movimientos de una polla con mis dedos. Mis caderas marcaban el ritmo. No podía gritar, aunque lo hubiese querido. No podía gemir y entre sollozos pedirme que regresáramos al piso a terminar lo que habíamos comenzado. Su culo, su ano, quería ser penetrado por algo más que mis dedos, quería algo más grande, definitivamente más grueso. Quería tragarse mi polla sin ningún tipo de prejuicios. Y yo, he de decirlo, follármelo como a la más perra de mis putitas.
martes, 5 de mayo de 2009
La mirada indiscreta
Disfrutando la dominación que últimamente ejercen sobre mí mis pezones, decidí entregarme a la libertad que se siente al sólo llevar una suave, delicada y translucida tela. Hoy, acaparé la mirada de hombres y mujeres que, tras observar, quedaron con ganas de poseerme. Algunos me fueron indiferentes, otros, no tanto… me gusta sentir cómo la gente se excita al verme. Mi coño, está mojado.
domingo, 3 de mayo de 2009
Cuando los pezones te dominan...
Hace frío y se me paran los pezones. Se muestran erguidos, firmes, sensibles. No llevo brassier. Hoy me ha provocado dejarlos en libertad, seducidos bajo el suave roce de mi blusa.
Me fascinan esas telas que dejan ver las formas; dóciles y ligeras imprimen sensualidad. Me gusta usar blusas con tirantes y dejar que se corran mostrando más allá de lo permitido. Me encanta además hacerlo a manera de descuido y observar cómo el ojo curioso se permite el abuso de mirar.
Me gusta sentir que hombres y mujeres buscan algún tipo de transparencia. Sabiéndome deseada, aumenta mi lujuria. Quisiera tener en este momento una boca que lamiera mis pezones y se dedicara con vehemencia a chuparlos, primero con mucha suavidad, luego agitara la lengua, los soplara, los mordiera.
Quisiera en este justo momento tener la dicha de quien encuentra un orgasmo con tan sólo esta primera estación del acto sexual. Y es que hoy, lo admito, mis pezones me dominan…
Me fascinan esas telas que dejan ver las formas; dóciles y ligeras imprimen sensualidad. Me gusta usar blusas con tirantes y dejar que se corran mostrando más allá de lo permitido. Me encanta además hacerlo a manera de descuido y observar cómo el ojo curioso se permite el abuso de mirar.
Me gusta sentir que hombres y mujeres buscan algún tipo de transparencia. Sabiéndome deseada, aumenta mi lujuria. Quisiera tener en este momento una boca que lamiera mis pezones y se dedicara con vehemencia a chuparlos, primero con mucha suavidad, luego agitara la lengua, los soplara, los mordiera.
Quisiera en este justo momento tener la dicha de quien encuentra un orgasmo con tan sólo esta primera estación del acto sexual. Y es que hoy, lo admito, mis pezones me dominan…
miércoles, 29 de abril de 2009
Dolor y placer...
Me acerqué a su cuello y me mantuve allí por unos minutos haciéndole escuchar mi respiración. El aire que brotaba de mi boca era caliente, sonoro, como aquel que expira el animal que avizora su presa, la acorrala, y anula sus movimientos. Ella así lo sintió. Comenzó a temblar, nunca había estado en una situación similar. Nos habíamos conocido por internet. A ella le gustan las mujeres, pero nunca había estado con una dominante. Habíamos intercambiado palabras y orgasmos, pero era esta tarde cuando por primera vez nos íbamos a encontrar. Le había pedido que viniera a mi piso, que utilizara un atuendo muy sensual, muy femenino. Esta chica tiene un cuerpo espectacular, de esos que alientan a la perversión. Su rostro, sin embargo, delata la inexperiencia que tiene en ese campo.
Subí la mano recorriendo la cara interna de su muslo y me detuve cuando casi palpaba su coño. Sentí lo caliente que estaba, tiendo a pensar que ya venía excitada camino al encuentro. Saqué mi mano y le dejé con las ganas de ser tocada. Su coño estaba palpitando de deseo. Le hice señas a mi novio. Él se arrodilló a un lado de nosotras para deshacerse de las bragas. Lo hizo muy lentamente para no rozar la tela con las piernas y así poderme mostrar cómo estaba de mojada. Las tomé en mi mano y se las puse en la boca para que las lamiera como un perro lo haría.
Rompí de un solo tirón los botones de la delicada blusa de mi putita. Su pecho se movía exaltado. Estaba excitada y nerviosa a la vez. Le hice señas a mi novio que seguía arrodillado oliendo y lamiendo las bragas, para que le introdujera dos dedos en su coño y me ayudara a relajarla. Ella encontraba esta interacción un poco extraña, había venido por mí y ahora tenía las manos de un hombre hurgando su clítoris. Me di cuenta de su incomodidad y me causó gracia. Me distancié un par de metros y le ordené a mi novio que le comiera el coño, que lo hiciera sin ningún tipo de delicadeza, que incluso se lo mordiera. Ella comenzó a suplicarle que parara, detente! –le decía-. Él no lo iba a hacer hasta que yo se lo indicara y sólo lo hice tras agotar la excitación de la escena.
Me acerqué con delicadeza. Le acaricié el rostro con muchísima ternura para que se calmara. Terminé de descubrirle el torso. Le quité la ropa y le acaricié muy lentamente los pezones. Estaban erguidos, agradecidos por mis caricias. La miré a los ojos, tomé con mi mano su cuello y tras darle un pequeño beso, un roce de labios, le dije que era muy hermosa.
Con la seña acordada, mi diligente esclavo apareció con dos pollas, una más grande que otra, pero las dos de tamaño considerable. Una, la vibradora, era para mí. La otra, más grande, era para él. Con esa forraría su polla y penetraría a mi chichita. Yo por delante y él por detrás. Yo marcaría el ritmo, él lo seguiría y entre los dos haríamos llorar de placer a esta perrita.
domingo, 26 de abril de 2009
Las palabras me liberan
Mi coño se humedece en cuanto escribo relatos de dominación. Por un lado, por lo erótico o sensual de la escena que esté describiendo, y, por otro, al pensar en la excitación que causaré en quienes me lean.
Saber que mis fluidos se verán replicados en otras mujeres, y que algunas pollas cederán aliviadas a los placeres de la masturbación, es algo que me gusta y que al mismo tiempo incrementa mi poder.
Cada día soy y me siento más AMA.
Saber que mis fluidos se verán replicados en otras mujeres, y que algunas pollas cederán aliviadas a los placeres de la masturbación, es algo que me gusta y que al mismo tiempo incrementa mi poder.
Cada día soy y me siento más AMA.
sábado, 25 de abril de 2009
Mis orgasmos de hoy...
Esta mañana amanecí cachonda. No recuerdo haber soñado nada pero lo cierto es que mi coño estaba húmedo. No hizo falta comprobarlo con mis dedos, lograba sentir la calentura entre mis piernas.
Con ese buen ánimo con el que me desperté, llamé a mi novio sumiso y nos comunicamos por la cámara web. Yo tenía ganas de masturbarme y de ver la cara de embelesado que pone; darle una de esas sesiones en las que le muestro mi cuerpo contraído de placer y le dejo ver para que aprenda a masturbarme.
Fuimos al grano en poco tiempo. Me di la vuelta y le mostré el culo. Introduje mis dedos en el coño. Eso le causó de inmediato una erección. Comenzó a tocarse. Yo no veía su pequeña polla, pero sí notaba el movimiento de su brazo.
Tras un par de estímulos, saqué mis dedos y los acerqué ante la cámara, para que viera cuan mojada me encontraba. Él comenzó a alabar la forma de mis nalgas, lo mucho que le gustaba lo que estábamos haciendo. Verme mojada, por él, o para él, fue un pensamiento que le llenó de alegría. No pudo aguantar y se corrió. No logró contenerse, parecía eyaculador precoz.
Cerré la llamada sin decir palabra. Por un momento pensé en contactar a alguno de los hombres que me han dejado comentarios en este blog, alguno de los que se ha masturbado leyéndome, pero lo cierto es que todavía no han demostrado suficiente grado de sumisión.
Pensé entonces en los amantes que han pasado por mi vida y recordé al dueño de la polla más grande que me ha penetrado. Él, como persona, es poco lo que me interesa, pero su polla aún me parece deliciosa. Le pedí que pasara a visitarme y al poco tiempo sonó el timbre. Abrí la puerta. Yo estaba como había dormido… mis pechos estaban a medio salir, mi cuerpo pedía acción.
No hicieron falta palabras que le explicaran el por qué le quería ver. No nos hablamos, ni siquiera nos saludamos. Tomé su mano y la introduje en mi coño aún mojado. Él –a diferencia de mi novio- ni tiene una polla pequeña, ni pierde el control. Puede mantenerla erecta por horas, mientras me saca y me saca orgasmos como toda una máquina del placer. Para mí él es como un efectivísimo vibrador ambulante.
Enseguida me posó sobre la mesa y dejó al descubierto mi coño. Quiso lamerlo pero no le dejé, yo sólo quería que me penetrara. Quería disfrutar del tamaño de su polla, sentirme repleta. Sentir que me penetraba con fuerza y que mi coño tenía que hacer un esfuerzo para expandirse y permitir la entrada.
En seguida vino un orgasmo, y otro. El vaivén de ese monstruo me hace gemir, gritar. Él, orgulloso y complacido, hacía su tarea -de cierta forma era como si se masturbara con mi coño-. Terminamos desnudos, exhaustos... no perdimos tiempo en caricias ni mucho menos besos –eso no me provocaba-, todo se redujo a una buena cogida para saldar la deuda de mi novio sumiso.
Con ese buen ánimo con el que me desperté, llamé a mi novio sumiso y nos comunicamos por la cámara web. Yo tenía ganas de masturbarme y de ver la cara de embelesado que pone; darle una de esas sesiones en las que le muestro mi cuerpo contraído de placer y le dejo ver para que aprenda a masturbarme.
Fuimos al grano en poco tiempo. Me di la vuelta y le mostré el culo. Introduje mis dedos en el coño. Eso le causó de inmediato una erección. Comenzó a tocarse. Yo no veía su pequeña polla, pero sí notaba el movimiento de su brazo.
Tras un par de estímulos, saqué mis dedos y los acerqué ante la cámara, para que viera cuan mojada me encontraba. Él comenzó a alabar la forma de mis nalgas, lo mucho que le gustaba lo que estábamos haciendo. Verme mojada, por él, o para él, fue un pensamiento que le llenó de alegría. No pudo aguantar y se corrió. No logró contenerse, parecía eyaculador precoz.
Cerré la llamada sin decir palabra. Por un momento pensé en contactar a alguno de los hombres que me han dejado comentarios en este blog, alguno de los que se ha masturbado leyéndome, pero lo cierto es que todavía no han demostrado suficiente grado de sumisión.
Pensé entonces en los amantes que han pasado por mi vida y recordé al dueño de la polla más grande que me ha penetrado. Él, como persona, es poco lo que me interesa, pero su polla aún me parece deliciosa. Le pedí que pasara a visitarme y al poco tiempo sonó el timbre. Abrí la puerta. Yo estaba como había dormido… mis pechos estaban a medio salir, mi cuerpo pedía acción.
No hicieron falta palabras que le explicaran el por qué le quería ver. No nos hablamos, ni siquiera nos saludamos. Tomé su mano y la introduje en mi coño aún mojado. Él –a diferencia de mi novio- ni tiene una polla pequeña, ni pierde el control. Puede mantenerla erecta por horas, mientras me saca y me saca orgasmos como toda una máquina del placer. Para mí él es como un efectivísimo vibrador ambulante.
Enseguida me posó sobre la mesa y dejó al descubierto mi coño. Quiso lamerlo pero no le dejé, yo sólo quería que me penetrara. Quería disfrutar del tamaño de su polla, sentirme repleta. Sentir que me penetraba con fuerza y que mi coño tenía que hacer un esfuerzo para expandirse y permitir la entrada.
En seguida vino un orgasmo, y otro. El vaivén de ese monstruo me hace gemir, gritar. Él, orgulloso y complacido, hacía su tarea -de cierta forma era como si se masturbara con mi coño-. Terminamos desnudos, exhaustos... no perdimos tiempo en caricias ni mucho menos besos –eso no me provocaba-, todo se redujo a una buena cogida para saldar la deuda de mi novio sumiso.
jueves, 23 de abril de 2009
miércoles, 22 de abril de 2009
AmA vs. AmA
Nos encontramos en un bar. Un territorio neutral en la ciudad, de esos a los que solteros y solteras asisten buscando ligarse a alguien. “The meat market” le llamaban a estos sitios en Canadá; siempre frecuentados por gente bella y exitosa para ver y dejarse ver.
Si eres mujer, no pueden faltar los tacones altos, el look sensual, el seductor lenguaje corporal de “mírame, soy lo mejor que podría pasar por tu vida”, y la actitud de “soy Diosa”, aunque la mayoría en realidad no se lo crea.
La música estaba fuerte, esto siempre es así en este tipo de lugares -obliga a los asistentes al acercamiento físico para lograr entenderse-. Ella era atractiva, un tipo de belleza exótica de esas que sólo se gestan en latitudes caribeñas. Cuerpo definido, pechos ideales, erguidos, apetitosos… no pude apartar la mirada… ella lo notó. Su vestido dejaba al descubierto más de lo que era prudente imaginar. Sin embargo tenía clase, y eso es algo que encuentro sumamente seductor.
La vi y entendí que era una AMA. Ella me vio y pensó lo mismo. Mi novio sumiso coordinó el encuentro (no deseo dar mayores detalles pero él sabe muy bien de quien estoy hablando). Estoy segura de la angustia que le suponía este encuentro (sabe en carne propia que la AMA con la que me voy a reunir se las trae, sabe además que se especializa en mujeres y de alguna manera teme que me proporcione un tipo de placer que él jamás podrá lograr).
En ciertos momentos he vestido a mi novio sumiso de mujer. Le he feminizado. Me divierto comprándole ropa interior e imaginándome las escenas venideras. Ver su culo de putita mojado mientras aparto con mi mano sus bragas es una imagen muy sugerente para mí. Él entiende que debe sentirse y darme placer como una lesbiana lo haría.
Se excita, además, con la idea de ser cornudo. Yo tengo el derecho de estar con el hombre o la mujer que desee, mientras él resignado me ayuda a prepararme para una noche de sexo, o luego me limpia el semen con sus labios, tal como ya lo he comentado.
Tiene miedo de que prefiera a una ama real. Hasta ahora sólo me he topado con chicas que no han representado ningún tipo de temor para él (sumisas, esclavas, putitas, perritas), incluso he fantaseado con algunas que lo ven con admiración, y tan baja estima se tienen que serían sumisas de mi sumiso. También he tenido muchas ofertas de esclavos, es lo que más abunda. Hombres que me desean, se masturban, y estarían dispuestos a tomar el puesto de mi novio sumiso quizá con mayor grado de entrega que él. Sin embargo esta noche, el encuentro es distinto, tiene otra connotación.
Era un juego muy seductor, las dos hacíamos gala de nuestra mejor actitud. Igual de erguidos se encontraban nuestros pezones… mojados nuestros coños. La conversación se tornó desde un comienzo interesante, con el pasar de las horas y de los tragos, podríamos calificarla de caliente.
Decidimos irnos de allí a un sitio más privado. Yo quise estar en su territorio. Me interesaba conocerla más, saber cómo era su entorno, hacerla sentir cómoda, en control de la situación. Estando allí, ella creyó que me iba a deslumbrar con el lujo, poco se imaginaba la vasta costumbre que tengo en ese tipo de ambientes.
Le pedí un trago. Ella asumió que era para calmar mis nervios. Yo me fingí ingenua, sosegada, a veces hasta tímida, dejando aflorar su mejor don de Ama.
Ella, seductora, controlaba la situación. La media luz hacía las formas más sugerentes, los movimientos más sensuales y femeninos. Tomó mi copa de vino, la apoyó sobre la mesa, rozó con su mano mi pecho y me besó. Ella cedió. Con ese gesto entregó su poder. La tensión sexual se había mantenido toda la noche y ella fue la primera en hacer blink.
Yo permanecí por unos segundos impávida, fingiendo total frigidez. Ella, en su infinita autoestima, lo interpretó como timidez. Bajó a mis senos, me besó los pezones por encima de la blusa. La tela era tan suave que de inmediato quedó húmeda y mis pezones erectos lucieron al descubierto. Ella pensó que estaba yo lista.
Metió su mano por debajo de mi falda. No hizo falta recorrer mucha tela, se encontró con un coño húmedo, excitado, hinchado de placer. Metió sus dedos, sintió el calor.
Tomé su mano e hice que enterrara con más fuerzas sus dedos. Mi coño húmedo los recibió con placer. Las paredes internas se contrajeron. Los dedos recibieron un apretón. Ella quedó sorprendida. Me vio a los ojos, y yo, altiva, sostuve la mirada. Sin quitarle la vista contraje otra vez los músculos de mi coño, y muy lentamente sintió que me follaba sus dedos. Los apreté una y otra vez al ritmo que me dictó el antojo.
La tela húmeda de su falda delató la excitación de su coño. Yo, así de fácil, sentí ganado el territorio.
Recordé en ese momento al sumiso de mi novio. Paré el juego sexual y le dije que debíamos llamar. Habíamos acordado dejar el teléfono abierto para que escuchara todo cuanto iba a suceder y así lo hicimos. Ella pensó que había recobrado su territorio, pero nada más lejos de la verdad.
De los pechos y el coño, pasamos al culo. No fue un juego de dominación – sumisión, más bien una contienda ecuánime. Las dos sabíamos muy bien qué hacer. Nos excitaba saber que ambas habíamos sido amas del mismo sumiso que atento escuchaba nuestros gemidos en el teléfono, mientras sentía su polla explotar. Él no lograba identificar el origen de los gritos, mientras se perturbaba pensando en que su actual ama cayera en el dominio de quien había sido su primera… como yo dije, nada más lejos de la verdad.
Si eres mujer, no pueden faltar los tacones altos, el look sensual, el seductor lenguaje corporal de “mírame, soy lo mejor que podría pasar por tu vida”, y la actitud de “soy Diosa”, aunque la mayoría en realidad no se lo crea.
La música estaba fuerte, esto siempre es así en este tipo de lugares -obliga a los asistentes al acercamiento físico para lograr entenderse-. Ella era atractiva, un tipo de belleza exótica de esas que sólo se gestan en latitudes caribeñas. Cuerpo definido, pechos ideales, erguidos, apetitosos… no pude apartar la mirada… ella lo notó. Su vestido dejaba al descubierto más de lo que era prudente imaginar. Sin embargo tenía clase, y eso es algo que encuentro sumamente seductor.
La vi y entendí que era una AMA. Ella me vio y pensó lo mismo. Mi novio sumiso coordinó el encuentro (no deseo dar mayores detalles pero él sabe muy bien de quien estoy hablando). Estoy segura de la angustia que le suponía este encuentro (sabe en carne propia que la AMA con la que me voy a reunir se las trae, sabe además que se especializa en mujeres y de alguna manera teme que me proporcione un tipo de placer que él jamás podrá lograr).
En ciertos momentos he vestido a mi novio sumiso de mujer. Le he feminizado. Me divierto comprándole ropa interior e imaginándome las escenas venideras. Ver su culo de putita mojado mientras aparto con mi mano sus bragas es una imagen muy sugerente para mí. Él entiende que debe sentirse y darme placer como una lesbiana lo haría.
Se excita, además, con la idea de ser cornudo. Yo tengo el derecho de estar con el hombre o la mujer que desee, mientras él resignado me ayuda a prepararme para una noche de sexo, o luego me limpia el semen con sus labios, tal como ya lo he comentado.
Tiene miedo de que prefiera a una ama real. Hasta ahora sólo me he topado con chicas que no han representado ningún tipo de temor para él (sumisas, esclavas, putitas, perritas), incluso he fantaseado con algunas que lo ven con admiración, y tan baja estima se tienen que serían sumisas de mi sumiso. También he tenido muchas ofertas de esclavos, es lo que más abunda. Hombres que me desean, se masturban, y estarían dispuestos a tomar el puesto de mi novio sumiso quizá con mayor grado de entrega que él. Sin embargo esta noche, el encuentro es distinto, tiene otra connotación.
Era un juego muy seductor, las dos hacíamos gala de nuestra mejor actitud. Igual de erguidos se encontraban nuestros pezones… mojados nuestros coños. La conversación se tornó desde un comienzo interesante, con el pasar de las horas y de los tragos, podríamos calificarla de caliente.
Decidimos irnos de allí a un sitio más privado. Yo quise estar en su territorio. Me interesaba conocerla más, saber cómo era su entorno, hacerla sentir cómoda, en control de la situación. Estando allí, ella creyó que me iba a deslumbrar con el lujo, poco se imaginaba la vasta costumbre que tengo en ese tipo de ambientes.
Le pedí un trago. Ella asumió que era para calmar mis nervios. Yo me fingí ingenua, sosegada, a veces hasta tímida, dejando aflorar su mejor don de Ama.
Ella, seductora, controlaba la situación. La media luz hacía las formas más sugerentes, los movimientos más sensuales y femeninos. Tomó mi copa de vino, la apoyó sobre la mesa, rozó con su mano mi pecho y me besó. Ella cedió. Con ese gesto entregó su poder. La tensión sexual se había mantenido toda la noche y ella fue la primera en hacer blink.
Yo permanecí por unos segundos impávida, fingiendo total frigidez. Ella, en su infinita autoestima, lo interpretó como timidez. Bajó a mis senos, me besó los pezones por encima de la blusa. La tela era tan suave que de inmediato quedó húmeda y mis pezones erectos lucieron al descubierto. Ella pensó que estaba yo lista.
Metió su mano por debajo de mi falda. No hizo falta recorrer mucha tela, se encontró con un coño húmedo, excitado, hinchado de placer. Metió sus dedos, sintió el calor.
Tomé su mano e hice que enterrara con más fuerzas sus dedos. Mi coño húmedo los recibió con placer. Las paredes internas se contrajeron. Los dedos recibieron un apretón. Ella quedó sorprendida. Me vio a los ojos, y yo, altiva, sostuve la mirada. Sin quitarle la vista contraje otra vez los músculos de mi coño, y muy lentamente sintió que me follaba sus dedos. Los apreté una y otra vez al ritmo que me dictó el antojo.
La tela húmeda de su falda delató la excitación de su coño. Yo, así de fácil, sentí ganado el territorio.
Recordé en ese momento al sumiso de mi novio. Paré el juego sexual y le dije que debíamos llamar. Habíamos acordado dejar el teléfono abierto para que escuchara todo cuanto iba a suceder y así lo hicimos. Ella pensó que había recobrado su territorio, pero nada más lejos de la verdad.
De los pechos y el coño, pasamos al culo. No fue un juego de dominación – sumisión, más bien una contienda ecuánime. Las dos sabíamos muy bien qué hacer. Nos excitaba saber que ambas habíamos sido amas del mismo sumiso que atento escuchaba nuestros gemidos en el teléfono, mientras sentía su polla explotar. Él no lograba identificar el origen de los gritos, mientras se perturbaba pensando en que su actual ama cayera en el dominio de quien había sido su primera… como yo dije, nada más lejos de la verdad.
martes, 21 de abril de 2009
Palabras que excitan
El saber que mis palabras causan placenteras masturbaciones es algo que me excita. No puedo más que responder de manera recíproca con intensas caricias a mi coño de Diosa. Fluidos y gemidos han sido dedicados hoy a quienes desde ya siguen este blog, comenzando por mi sumiso, que se excita con cada comentario en el que ve cómo su Diosa despierta los más sucios –diría yo, apetitosos- deseos.
domingo, 19 de abril de 2009
Olor a sexo
Abrí la puerta del piso. Venía de estar con mi amante y aún sentía el calor de su polla entre mis piernas. Una gota de su semen se escurría por mi muslo.
Al final del pasillo, en el estudio, se encontraba mi sumiso trabajando. Me senté sobre su escritorio, piernas abiertas, de frente a él. El tacón de mis sandalias se enterraba en su piel, era un tacón muy delgado y alto, eso le excitó. Mi vestido era corto, suave, sugerente y elegante. Me vio y pensó “es toda una Diosa”.
De inmediato percibió el olor a sexo, a placer. Acababa de suceder, mi coño todavía estaba excitado. Él sabía cuál era su tarea: limpiar los restos dejados por ese otro hombre y lamer mi coño hasta que yo quisiera.
Subió mi vestido hasta dejar al descubierto mi sexo. Comenzó por la gota derramada, chupó todo aquello como si se tratara de un manjar. Luego llegó a mi coño, lo abrió e introdujo su lengua. Comenzó a aspirar, como si con eso quisiera borrar el rastro de todo cuanto había ocurrido allí. Lamió y lamió, con el anhelo de producirme un orgasmo.
Él se desvistió. Yo me quité el vestido. Subí mis piernas y las apoyé en sus hombros. Su cabeza quedó enterrada en mi coño y, aunque se le dificultaba respirar, no cesó. Al contrario, me subió hasta quedar a la altura de su cara.
Al final del pasillo, en el estudio, se encontraba mi sumiso trabajando. Me senté sobre su escritorio, piernas abiertas, de frente a él. El tacón de mis sandalias se enterraba en su piel, era un tacón muy delgado y alto, eso le excitó. Mi vestido era corto, suave, sugerente y elegante. Me vio y pensó “es toda una Diosa”.
De inmediato percibió el olor a sexo, a placer. Acababa de suceder, mi coño todavía estaba excitado. Él sabía cuál era su tarea: limpiar los restos dejados por ese otro hombre y lamer mi coño hasta que yo quisiera.
Subió mi vestido hasta dejar al descubierto mi sexo. Comenzó por la gota derramada, chupó todo aquello como si se tratara de un manjar. Luego llegó a mi coño, lo abrió e introdujo su lengua. Comenzó a aspirar, como si con eso quisiera borrar el rastro de todo cuanto había ocurrido allí. Lamió y lamió, con el anhelo de producirme un orgasmo.
Él se desvistió. Yo me quité el vestido. Subí mis piernas y las apoyé en sus hombros. Su cabeza quedó enterrada en mi coño y, aunque se le dificultaba respirar, no cesó. Al contrario, me subió hasta quedar a la altura de su cara.
Seguía haciendo su tarea como buen esclavo. Una vez me bajó, me di la vuelta y le ofrecí mi culo… un culo erguido, elevado por la posición en que mis tacones dejaban a mis caderas. En mi espalda se marcaba una curva que resaltaba algunos músculos. Era una pose muy sensual. Volví a la posición inicial y me deshice de las sandalías, sólo que esta vez quedé acostada sobre el escritorio.
Su polla estaba hinchada, excitada hasta más no poder. Sumergía sin cuidado su rostro, lamía, se metía de cabeza, paseaba toda su cara entre mi coño y mi culo. Debo reconocer que cuando mi esclavo hace eso, logra excitarme...
Mis fluidos, y quizá todavía los de mi amante, bañaban su rostro. Sus cejas, sus ojos, su boca, su barba… todo él olía ya al sexo que yo había tenido. Ya no pudo contenerse y pidió permiso para correrse, no sin antes hacerme llegar a mí.
Su polla estaba hinchada, excitada hasta más no poder. Sumergía sin cuidado su rostro, lamía, se metía de cabeza, paseaba toda su cara entre mi coño y mi culo. Debo reconocer que cuando mi esclavo hace eso, logra excitarme...
Mis fluidos, y quizá todavía los de mi amante, bañaban su rostro. Sus cejas, sus ojos, su boca, su barba… todo él olía ya al sexo que yo había tenido. Ya no pudo contenerse y pidió permiso para correrse, no sin antes hacerme llegar a mí.
sábado, 18 de abril de 2009
Dominación carnal...
La sutileza del cuerpo femenino que se entrega a los caprichos de su Diosa, a quien admira en su belleza e idealiza en su capacidad de dar placer... Me gusta sentir que quien se somete a mí -hombre o mujer- tiembla de deseo.
Apenas comienzo a compartir mis fantasías, siéntanse ustedes libres de contarme las suyas, las más ocultas. Tengo afán por seguir comprobando que la imaginación es el mejor afrodisíaco que existe.
jueves, 16 de abril de 2009
Cuestión de piel
Siempre me ha parecido muy sensual el preámbulo entre mujeres. El roce, la suavidad de la piel, una mirada sensual.
Quiero una putita sumisa que me brinde placer...
miércoles, 15 de abril de 2009
Las porno-pelis
Últimamente me ha dado por consultar las opciones para adultos de la televisión por cable para distraerme, masturbarme y conciliar el sueño. Conseguí así una peli titulada 800-FETICHE.
Aunque los actores no eran lo más sensual del mundo, la trama llamó mi atención. El asunto era que existía un número telefónico al que marcabas cuando querías cumplir una fantasía y como por arte de magia, escenografía, vestuario y actores hacían acto de presencia.
Hubo una escena que me gustó. La tía colocaba sus tobillos dentro de dos cadenas que colgaban del techo haciéndole mantener el equilibrio piernas abiertas, posición horizontal, tal cual una visita al ginecólogo. Uno de sus amantes se posaba debajo y la penetraba por el culo. El otro la miraba y se masturbaba. Yo no podía dejar de pensar en que si hubiese sido ella, habría tenido a un amante penetrándome el culo, y le hubiese pedido a mi novio sumiso que me lamiera el coño.
De sólo pensar en que la polla de un amante me penetra por un lado, mientras la lengua de mi novio me masturba por el otro, me excito. Me enloquece también la idea de pensar en tantos elementos sexuales (lengua, coño y polla) estén tan juntos, sobre todo cuando no pertenecen a una misma persona.
Lo cierto es que me imagino así, de piernas abiertas y culo gozón, mientras mi novio, arrodillado, me lame el coño; todo para proporcionarme un orgasmo gigante, de esos por los que merece la pena vivir, follar y aventurarse.
Ser follada por un amante delante de tu novio es algo incomparable. Me pregunto si esto algún día dejará de ser fantasía y se convertirá en algo real.
Aunque los actores no eran lo más sensual del mundo, la trama llamó mi atención. El asunto era que existía un número telefónico al que marcabas cuando querías cumplir una fantasía y como por arte de magia, escenografía, vestuario y actores hacían acto de presencia.
Hubo una escena que me gustó. La tía colocaba sus tobillos dentro de dos cadenas que colgaban del techo haciéndole mantener el equilibrio piernas abiertas, posición horizontal, tal cual una visita al ginecólogo. Uno de sus amantes se posaba debajo y la penetraba por el culo. El otro la miraba y se masturbaba. Yo no podía dejar de pensar en que si hubiese sido ella, habría tenido a un amante penetrándome el culo, y le hubiese pedido a mi novio sumiso que me lamiera el coño.
De sólo pensar en que la polla de un amante me penetra por un lado, mientras la lengua de mi novio me masturba por el otro, me excito. Me enloquece también la idea de pensar en tantos elementos sexuales (lengua, coño y polla) estén tan juntos, sobre todo cuando no pertenecen a una misma persona.
Lo cierto es que me imagino así, de piernas abiertas y culo gozón, mientras mi novio, arrodillado, me lame el coño; todo para proporcionarme un orgasmo gigante, de esos por los que merece la pena vivir, follar y aventurarse.
Ser follada por un amante delante de tu novio es algo incomparable. Me pregunto si esto algún día dejará de ser fantasía y se convertirá en algo real.
lunes, 13 de abril de 2009
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