domingo, 10 de mayo de 2009

Te quiero putita, y punto.

De estas bragas sólo hay tallas grandes, dijo la encargada de la tienda. Se trataba de unas muy lujosas, finas, de diseñador: 350 Euros. ¿Hay talla L? pregunté. Sí, respondió ella. Entonces las llevo.
Al salir de la tienda llamé a mi chico para recordarle el compromiso de esta noche. Hoy tengo un coctel con gente muy importante, rica, poderosa.
Entré al piso cargada de bolsas. Él supuso que me había comprado un costoso traje pero tras observarme descubrió que alguna picardía me traía entre manos. Yo pregunté: de verdad eres mi sumiso? Sí, lo soy. Haz conmigo lo que quieras. El sólo hecho de pronunciar esta frase le excita.
He comprado algunas cosas para ti, le dije al tiempo que lanzaba una bolsa sobre la cama. Su cara de sorpresa fue grande al sacar una pequeña braguita de su talla; de esas llamadas tangas o “hilos dentales” por imitar dentro del culo la función de este implemento de cuidado bucal. Quiero que lo lleves puesto esta noche. Pero… esta noche, esta noche no estaremos jugando, se trata de algo serio, importante para ti, replicó. Algo serio e importante para mí es saber que cuento con un buen esclavo, de no ser así prefiero despacharle y buscarme otro.
Me divertí tras ver su cara de angustia al sentir el hilo entre sus nalgas. Era la primera vez que lo hacía y se notaba realmente incómodo. Sudaba frío. Nunca había llevado una prenda femenina y, la verdad, pensaba que todo esto era un poco gay. No estaba feliz con esta situación, sin embargo su polla hacía ver otra cosa. Tenía rabia. Se sentía mal, miserable. Temía que al verle excitado yo misma me cruzara con ese pensamiento y le viera como un maricón.
Investigando sobre sumisión alguna vez se topó con el concepto, pero sentía repulsión de sólo figurarse feminizado. Yo soy sumiso, no travesti. Y acto seguido borraba de su mente esta imagen que tanto le perturbaba y seducía a la vez.
Saqué de otra bolsa unas medias pantis. Un diseño muy sensual que se puso de moda hace años. Son lisas, negras y traen una “vena” que recorre la parte trasera de la pierna, bajando desde la cintura, atravesando las nalgas, hasta llegar al muslo. Su atuendo fue completado con un brassier. Le pellizqué las tetillas como si se tratara de pezones y le dije: esta noche serás mi putita.
En un acto de rebeldía se desvistió. Buscando salvaguardar su hombría me dijo que todo aquello no era más que una locura, que vestirse de mujer era sobrepasar el límite y que con eso no se juega. Yo en respuesta bajé la mirada y al ver su polla erecta sólo sonreí con ironía y me di media vuelta.
Si esta noche no eres mi putita, entonces no te quiero ver acá cuando regrese. Salí al coctel más hermosa que nunca. Sola, me incorporé a la fiesta y comencé a flirtear con todos los presentes. Cuando estaba a punto de dejarme seducir apareció mi novio. Llevaba su traje formal, se veía guapísimo. Noté cómo las mujeres de la fiesta le coqueteaban.
Se acercó a mí y con un susurro dijo: si me quieres putita, putita soy, tomando mi mano y apoyándola sobre su pecho para que lograra sentir el brassier.
Le pedí que me dejara disfrutar un poco más de la fiesta sin su compañía, que se acercara a un grupo de chicas que ya le habían echado el ojo. Él me obedeció nervioso. Temía que le rozaran la camisa, que se dieran cuenta de cómo iba ataviado debajo de su ropa. Temblaba además con solo pensar que yo podría mandarle a estar con una chica, a mostrarle sus pantis.
Tras divertirme un rato más, le dije que me siguiera. Busqué un lugar apartado, le embestí contra la pared y le di un beso muy apasionado. Acto seguido metí mi mano en la cartera y saqué una pequeña navaja. Hice que se diera media vuelta, metí mi mano entre su pantalón y le abrí un agujero a las medias. Apartando el hilo rocé con mis dedos su culo y le dije al oído: sólo quiero follarte y escucharte gemir de placer. Sentí cómo se estremeció. Sus nalgas se movieron hacia arriba, como parándolas, haciendo un gesto de ofrecimiento y aceptación. Haz lo que tú quieras… suplicó.
Estaba muy excitado. Le bajé los pantalones a media pierna. Luego hice lo mismo con las medias. El hilo, lo dejé. Aunque en un sitio discreto, seguíamos en la fiesta. Le daba pánico que alguien llegara a presenciar esa escena.
De una nalgada le dejé marcada mi mano. Eres una putita muy traviesa. Sí, lo soy, contestó. Aparté el hilo con la mano izquierda mientras me humedecía los dedos de la derecha. Les llenaba de saliva y les juntaba para penetrarle el ano. Con sólo rozarlo le noté las ganas de ser poseído. No controlaba sus movimientos, parecía palpitar. Su culo de putita pedía a gritos ser penetrado y así lo hice, prácticamente en medio de la gente. Primero con suavidad, luego con más fuerza. Simulaba los movimientos de una polla con mis dedos. Mis caderas marcaban el ritmo. No podía gritar, aunque lo hubiese querido. No podía gemir y entre sollozos pedirme que regresáramos al piso a terminar lo que habíamos comenzado. Su culo, su ano, quería ser penetrado por algo más que mis dedos, quería algo más grande, definitivamente más grueso. Quería tragarse mi polla sin ningún tipo de prejuicios. Y yo, he de decirlo, follármelo como a la más perra de mis putitas.

10 comentarios:

  1. Te extrañaba. Me he estado pajeando leyendo una y otra vez tus historias. Esta describe todo lo que siento con respecto a este tema, me gustaría tener un ama que me ayudara a romper con las barreras sociales y me convirtiera en su putica. JL.

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  2. Lo mejor que encuentro en tus palabras, es el hecho de causar humillación al amor propio en público, saber que durante la pérdida del orgullo, hay un sentimiento de vergüenza que inevitablemente se reemplaza por lujuria.

    Que sexy una relación de ese tipo.

    Espero ansioso tu próximo relato.

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  3. Hoy me pinté los labios. Me miré al espejo y vi una imagen decadente, una cara masculina maquillada, mis labios, el olor del labial, me excito al pensar que los puedas besar y de un mosdisco sacarme de este letargo.

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  4. Imagino tu rostro, tu cuerpo, tu aroma, y te deseo.

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  5. Todavía recuerdo cómo me sentí la primera vez que compré unas prendas para feminizar a un hombre. Veía la lencería y no hacía más que imaginarme las escenas posteriores. Tenía el coño mojado. Sentía un poder impresionante sobre ese hombre, me sentía muy excitada. Aún me caliento con sólo recordarlo.

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    1. Yo me excito solo de comprar lenceria e imaginarme con ella ante mi dueña. Cuanta humillacion.....cuanta excitacion

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  6. Mm que rico yo sueño con ama que me contrate 4 tipos q m den polla en publico en la calle chorreando leche por mi boca y me orinen como a un perro usado antes de irse y me escupan

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  7. me encantaría que alguna mujer me vistiera como ella quisiera y me follara como le gustara mas,si alguna lo desea que me envie email a miotroyosecreto@hotmail.com,tengo 52 años pero no los aparento un beso a todas me haríais muy feliz de contestarme.

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Gracias por dejarme saber tu opinión