sábado, 30 de mayo de 2009

Tardes de fresas


Hoy me he masturbado con la imagen de esta foto. Su mirada, sus labios, su expresión de saberse dueña del momento. Esta mujer respira sensualidad, sexo, lujuria.
En mi fantasía, ella jugaba con las fresas y antes de metérselas a la boca, las pasaba delicadamente por mi coño. Recorría mis labios, mi clítoris, las mojaba con mis fluidos para luego morderlas, una a una, muy despacio.
Yo me encontraba tan excitada que varios orgasmos sobrevenían. No había roce de ningún otro tipo, sólo las fresas. Sentía que su mirada me descosía, me penetraba. Temblaba de deseo al verla humedecer sus labios con mis jugos, llenarlos de mi esencia, de mi sabor.
Me gusta jugar así. Fresas, frutas y dulces, comidos desde mi coño. Me encanta que mi novio sumiso pase una tarde entera devorándome las entrañas. A esas tardes las llamamos tardes de fresas…

VERSIÓN MASCULINA: escrita por Paul
La foto que pueden observar y admirar al mismo tiempo, es la imagen de mi Ama en plena tarea de comerse una fresa madura, tan deliciosa como sus labios golosos.
La expresión de su mirada profunda y el fulgor de sus ojos que dominan el entorno, también deja entrever su firme sensualidad y lujuria evidente, además de una cierta cuota de perversidad. Es obvio que su mente no solo está concentrada en el jugo exquisito que corre por sus labios … también lo está en su fantasía y la forma que empleará para hacerla realidad.
Lentamente, sin apuro alguno, arranca pequeños trozos del fruto y los paladea con fruición, mientras tanto la contemplo embebido en su belleza y seducción. A continuación, procede a deslizar lo que resta hasta el lugar en el cual se encuentra mi altar de adoración, donde después de empaparlo generosamente en sus fluidos lo trae a mis labios, que excitados capturan esa esencia divina que mi boca devora con singular avidez.
Mientras entrega la dádiva de su fuente prodigiosa, como invasión incontenible y deseada al mismo tiempo, el ciclo se repite una y otra vez, incluyendo sus comentarios mordaces, que pese a humillarme, me encienden cada vez más y anticipan mi entrega inexorable, que muy pronto vendrá hacia mi con toda la exigencia de placer por parte de la diva.
II.
Estaba tan encendido como ella y de tal condición solo era dable esperar un evento intenso y aún no vivido entre ambos.
— Quiero tenerte más excitado que nunca —dijo mi ama— mientras el fulgor de sus ojos traspasaba mis sentidos.
— Yo también lo quiero de ti —dije— tratando de esquivar la intensidad de su mirada. Al parecer las fresas y tu esencia me han provocado un deseo sin límites. Solo pienso en pertenecerte como quieras.
— Tus palabras me excitan aún más, pero quiero asegurar tu disposición a darme placeres intensos y muy prolongados. Para ello, quiero que te sometas a mi poder.
— Soy tuyo —tenlo por seguro—, le prometí, mientras notaba que un fuerte erección corroboraba lo encendido que me estaba poniendo.
Acto seguido, mi ama se acercó ondulando la belleza de su cuerpo sensual y con suma destreza desprendió la correa de mis pantalones, y después de correr el cierre, me ordenó que los bajara hasta situarlos a media pierna, no sin antes observar mi espolón en afán de combate.
— Al parecer mi actitud en esta tarde de fresas te motiva bastante, eso significa que voy por buen camino, susurró con tono bastante irónico. Ahora quiero que te arrodilles y me quites mi prenda más íntima con tus dientes y la mantengas en tu boca. Notarás nítido mi sabor y mi aroma.
A continuación, se sentó cómodamente en un sofá y me ordenó yacer en su regazo. Además, debería acariciar sus piernas con mi mano libre mientras durase el evento que vendría sobre mí. Luego me cogió fuertemente del cabello con su mano izquierda, mientras la derecha se aprestaba a iniciar una acción que habría de mostrar la magnitud de su poder. La piel blanca de mis carnes expuestas estaba a la espera.
La primera palmada descendió con fuerza hasta impactar el objetivo con bastante precisión. Me estremecí al contacto y no pude evitar una queja:
— ¡¡¡Ay!!!
— ¡No seas exagerado! —Me dijo con voz un tanto enronquecida. ¡Ahí tienes otro … y otro
— ¡¡¡Auuuuu!!! … Pese a tener su prenda íntima en mi boca no podía evitar las exclamaciones que me arrancaba en el momento que sus manos transmitían el calor ardiente de su cuerpo.
— Supieras lo exquisito que es pegarte, me dijo cada vez más excitada. Si pudieras observarte estarías en condiciones de ver el hermoso color que le estoy poniendo a tus nalgas. La próxima vez te haré probar mi cinturón de cuero. He visto cómo lo miras cada vez que lo uso, sinvergüenza.
— No te rías de mí, le repuse tan compungido como adolorido por su acción. Sin embargo, sentía que mi erección crecía a límites inconcebibles y que ella lo advertía claramente.
— ¡¡¡Paffff!!! Veo que te agrada tanto como a mí esta postura tan interesante, se burló mi Ama, pero sin poder evitar que un orgasmo inmenso la hiciera delirar de placer y con ello suspendiera la acción punitiva que estaba realizando. Después de un momento prolongado de suspenso, se recuperó para decirme que era suficiente y que ahora quería que me fuera a ese altar maravilloso que tiene entre sus piernas de diosa, donde debería beber de sus mieles, además de prodigarle caricias múltiples y sin reparar en los orgasmos tumultuosos que vendrían a su encuentro, todo lo cual debería captarlo mis sentidos como si fuesen un dádiva divina.

Hice tal como lo ordenó, pero ella estaba tan excitada que no fue suficiente.

¿Desean saber algo más de lo sucedido en esa tarde de fresas?

jueves, 28 de mayo de 2009

Gemidos ahogados...


Hoy es uno de esos días en los que amanezco más ama que nunca, con deseos de someter a mi chico hasta que llore de placer. Me he vestido en consecuencia, y surtido de todos los implementos.
Él se encuentra leyendo, me escucha haciendo algo pero ni se imagina lo que le espera. Viste de fin de semana, esta tarde vendrán sus amigos. Sin embargo, desde hace unos días le obligo a llevar bragas. No sé, pero esto es algo que me excita. Saberle vestido de putita en su interior, estemos donde estemos.
Cuando percibe mi presencia en el cuarto, aparta la vista del libro para hablarme, pero se queda en silencio. Un corsé de cuero es mi única vestimenta. El resto, sólo unas largas y altas botas. Su erección es inminente, siente que su polla explota. Debe liberarla, sacarla de las bragas que le aprietan.
Me complace esta escena. Me gusta observar el poder que tengo sobre él. A veces ni siquiera hay necesidad de palabras ni de contacto físico para llevarle al clímax.
Sale de su estado catatónico cuando recibe el impacto de algo que he lanzado sobre sus piernas. Es una polla arnés. Deseo que me la ponga. Mientras lo hace, me ruega que la utilice con él. Promete ser una buena putita.
-Cállate y comienza a comértela entonces!
Cerró sus ojos, abrió su boca y comenzó a tragársela. La engullía y ensalivaba. Esto para él no es un castigo. Lo disfruta a pesar del conflicto moral que a veces le surge. A mí, en lo particular, no me causa ninguno. Me excita verle entregado al deleite de mamar, chupar… le vienen arcadas cuando trata de metérsela toda. De vez en cuando necesita separarse, tomar aire y regresar con impulsos renovados.
Esto me moja y él lo sabe. Lo comprueba metiéndome sus dedos en el coño mientras sigue comiéndome la polla. Me gusta estar de pie cuando lo hace y desde arriba verle. Él me mira, excitado y agradecido, con mi polla rozándole la garganta.
-Basta, ya es hora de que me ofrezcas ese culito de puta.
No había terminado yo de hablar cuando ya estaba en cuatro patas, pantalones a mitad de pierna. Las bragas seguían en su sitio, al menos por la parte trasera. Por el frente su polla salía erguida.
Aparto con mi mano la parte de las bragas que cubre su culo y compruebo lo excitado que está. El ano está abierto, ansioso de ser penetrado. La polla aún está mojada de su propia saliva, lo que facilita el primer movimiento: uno sólo, continuo y hasta el fondo. Su piel se eriza, su ano se expande y reacomoda para adaptarse al espacio que necesita la polla. Esta es mi más reciente adquisición. No es gruesa, pero sí larga, perfecta para un culo de puta.
Luego de unos segundos, vino el segundo movimiento. Saqué y metí mi polla muy rápidamente y me volví a quedar inmóvil por un momento. Él lo estaba disfrutando.
-Ahora vas a saber lo que es bueno…
Entrar y salir contra reloj determinó mi acción. Me lo follé con fuerza, rapidez e intensidad animal, como si quisiera partirle el culo en dos.
-Si gritas no sigo. Me voy y te dejo a mitad de camino.
Apretó sus labios para ahogar la voz y aguantarse hasta que le sobrevino un orgasmo. Enterró sus uñas en las sábanas, dejando escapar un fuerte gemido que ya no pudo controlar, mientras se dejó caer exhausto, sobre la cama.

miércoles, 27 de mayo de 2009

Fantasía o peligrosa realidad


Muchos pensamientos chocan en mi cabeza con total descaro. Necesito SILENCIO, pensar menos y sentir más. Entregarme a las más oscuras pasiones mientras mi novio sumiso escucha al otro lado del teléfono. Será eso jugar con candela? me quemaré?...

sábado, 23 de mayo de 2009

Sentirlo débil me excita

Le pedí que se desvistiera, se quedara completamente desnudo y me esperara acostado en el piso, en posición fetal. Eso le hizo sentir como un niño indefenso. Concentraba su mirada en las blancas rodillas, veía sus pies, y esperaba impaciente. No sabía con qué vendría yo. Si estaba molesta, agresiva, pasional o cariñosa. No lo pudo percibir en mi tono de voz. Fue una comunicación corta, tajante, pero de tono neutro. No tenía pistas.
Con el pasar del tiempo comenzó a aflorar su vulnerabilidad. Cuando se siente así deja caer la personalidad fuerte y valiente que ante el mundo le caracteriza. Me gusta que eso suceda. Lo siento más real, más él. Me agrada que mi sumiso sea un hombre exitoso, que se coma el mundo y que sólo en nuestro universo privado -éste que construimos y compartimos con ustedes- se permita dejar a un lado el personaje y mostrarse débil, entregado, rendido a mí.
Entré a la habitación y pude leer sus pensamientos. Él sólo vio una larga bota, la de mi pierna derecha, posarse frente a su rostro. Comenzó a lamer el tacón mientras seguía en posición fetal. Yo, de pie, no hacía más que mirarle y apreciar la escena. Era hermosa.
Me senté en sus caderas y mantuve mi pierna derecha en el mismo sitio. Él lamía con devoción. Yo, sin embargo, dejé de mirarle pasivamente y le regalé una caricia. Metí mis dedos entre sus cabellos y pasé mi mano por su cuello, su espalda. Volví a subirla, como quien soba a un perro. Noté cómo esta caricia le impactó. Noté su piel de gallina, y una leve sonrisa. Me acerqué y besé su mejilla. Una lágrima comenzaba a recorrerla.
Le hice cambiar de posición. Arrodillarse con la cabeza ahora metida entre sus piernas. Continué con las caricias en su espalda, sus caderas, sus nalgas. Me encantan sus nalgas. Las recorría provocando diversas sensaciones con mis dedos, las pasaba de largo y seguía directo a los muslos, a veces con las yemas de los dedos, a veces con las uñas.
Yo estaba también arrodillada, detrás de él. Apoyada en su espalda, encajando mi cuerpo en el suyo.
Luego de un rato, introduje mis dedos en su boca. Los llené de saliva y me fui directo a su culo. No pudo evitar subirlo. Le hice abrir un poco las piernas, sin cambiar mucho la posición. Arrodillado, caderas arriba, la cara en el piso. Estando así me provoca besarle el ano, meterle la lengua y hacer que se excite, mientras con mi mano derecha, esa misma que mojé en su boca, recorro su polla, sus bolas. Las mojo con su propia saliva y las hago quedar resbalosas. Así, mientras me pierdo en su culo, le propicio la mejor masturbación que ha tenido en su vida.
Se siente ordeñado, feliz. Agradecido de tenerme.

martes, 19 de mayo de 2009

El beso negro...

Me encanta sentirte sumergido en mi culo y que me hagas acabar al follarme con tu lengua. Me gusta luego sentarme sobre tu cara, hacer presión con mi coño y chorrearte con mis fluidos. Que mi sexo te empape la ....., que tu vista se nuble y tu boca se sacie de mi sabor. Que tú, mi esclavo, te sientas asfixiado por este coño de Diosa.



sábado, 16 de mayo de 2009

Toda una diosa chupando coños...

Llegué al hotel ardiendo de deseo. Imágenes lujuriosas habían estado taladrando mi cabeza durante la noche, sustituyendo la tranquilidad del sueño por la fogosidad de un futuro encuentro entre dos diosas. Todo esto había pasado tras una conversación con mi novio en la que nos dio por hablar sobre esta chica. Yo le afirmaba que –de gustarme- me la follaría. Soy completamente honesta en este tipo de cosas y no me freno al hablar. Él se excita con el comentario. Le gusta ver cómo me siento con derecho de cogérmela, cómo pienso que esa decisión es sólo mía. Y mía sólo era.
Tras un par de correos electrónicos acordamos vernos. De plano, la tía puso una condición: en esta primera cita sería ella quien tomaría la iniciativa. Yo tendría que entregarme a su juego, dejarme llevar, ceder el poder y sólo tener el placer de recibir. Yo acepté. Me causaba curiosidad ver qué tanto me haría.
Quedamos al final de la jornada laboral. Yo había tenido un par de reuniones importantes para las que había utilizado –a propósito, claro- un atuendo imponente, fino, seductor. Las reuniones habían sido para negociar un acuerdo y los “contrincantes”, resultaron ser dos hombres débiles de carácter que cedieron en sus demandas con sólo verme. Mi día, en su transcurrir, no hizo más que fortalecer mi sentido de dominación.
Se abrió la puerta de la habitación y estaba ella. Se había cambiado. Se había puesto tan “cómoda” como protagonista de peli porno. No hubo palabras, ni saludos. Las dos sabíamos que teníamos una cuenta pendiente. La vi y me gustó. Me sentí atraída. Tenía unos pechos increíbles que parecían burlarse de la poca tela que sin éxito trataba de cubrirles atrapando descaradamente mi mirada. Su abdomen, completamente plano y definido, daba fe de que aquel era un cuerpo ejercitado.
Un beso cálido interrumpió mis pensamientos. Solté la cartera al piso y me entregué al juego. Sus labios rozaron los míos. Su lengua recorrió mi cuello, mi oído. Chupó mis pechos por encima de la blusa. Notó que no llevaba sostén y se concentró en mis pezones. Mis tetas estaban duras, erguidas, sensibles.
Yo estaba apoyada a la puerta. No había dado ni un solo paso dentro de esa habitación cuando ya sentía mi coño mojado. Era evidente que ella también se había imaginado este encuentro y había calculado paso a paso cada uno de sus movimientos.
Inesperadamente se lanzó al piso, a mis pies. Lamió mis dedos a través de las sandalias y recorrió con su lengua mi pierna derecha hasta la rodilla, cambiándose a la izquierda para recorrer el entre muslo. Su cabeza quedó metida entre mi falda, su lengua, enredándose en mis bragas. Notó que la humedad traspasaba la tela y se dio cuenta de lo mucho que lubricaba. Suavemente me despojó de las bragas y comenzó a comerme el coño.
Yo seguía apoyada a la puerta, ahora con las piernas más abiertas. Esta tía era una diosa traga coños. No veía lo que hacía, sólo sentía cómo me lamía. Apretaba y aflojaba, cambiaba el ritmo, subía a mi clítoris, bajaba hasta casi llegar al ano. Metía su lengua y me follaba con ella. Movía su rostro, se sacudía. Aspiraba como tratando de chuparse mis fluidos. Se separaba, regresaba con un lengüetazo, otro. Soplaba, volvía a lamer, apuraba la lengua y con ella me masturbaba. Aquella era una mamada perfecta, pensé. Me hizo acabar con intensidad. No sólo temblaron las paredes de mi coño, sino todo mi cuerpo. Fue un tsunami de orgasmo, de esos que dejan como firma una sonrisa tonta en el rostro.
Tras semejante oferta de placer, se levantó del piso. Me vio fijamente. Su mirada era muy sensual. Tomó mi mano para invitarme a pasar, dejando claro que aquel orgasmo había sido la bienvenida.
De tomar había sólo whiskey. Sirvió dos, en las rocas. Me senté en un banquito alto, al lado del pequeño bar. Mientras ella servía los tragos yo me dedicaba a recorrer su cuerpo con mis ojos. La desnudaba con la mirada. Ella lo notaba y en consecuencia procuraba movimientos lentos, lascivos.
Regresó a mi lado y me extendió el vaso. Sorbí un trago generoso, me hacía falta. Mis piernas todavía temblaban del orgasmo. Ese era, sin lugar a dudas, la mejor comida de coño en toda mi vida, y mira que he tenido una larga lista de amantes que se han esforzado en dejar huella.
Seguimos sin intercambiar palabras. Yo dejaba de verle sólo para tomar de mi trago. Y ella dejaba de recorrer mi cuerpo con sus dedos, para tomar del suyo. Era una caricia suave con la que dibujaba garabatos por toda mi piel. Comenzó por los hombros, siguió por los brazos, pasó por el torso, las caderas, las piernas. Subía y bajaba pasando muy cerca de mis zonas erógenas, pero sin tocarlas. Su juego era hacer que la deseara y luego cortar el deseo. Sé muy bien cómo funciona…
Yo chupé un hielo y se lo di. Desabotonó mi blusa para dejar al descubierto mis pechos y comenzó a jugar con él. Las gotas que caían me recorrían con toda sensualidad. Ella sabía lo que hacía. Me excitaba con el frío y luego lo retiraba, metiéndoselo en la boca, acercándose a uno de mis pezones para lamerlo de un solo movimiento largo y extendido, sin apartar su mirada clavada fijamente en mis ojos … así como cuando se lame una polla de la base a la punta, sólo para recorrer su extensión y ver la cara de excitación de su dueño.
Poco a poco el hielo se fue derritiendo, mientras ella lo frotaba con su lengua sobre mis pechos. Me sentía caliente, mojada, con ganas de ser penetrada. Seguía sentada en el taburete, recostando mi espalda en la barra. Mis codos me sostenían, mientras dejé caer la cabeza hacia atrás y abrí más las piernas. Ella dio un paso al frente y se colocó muy cerca. La falda se me subió y quedó enrollada alrededor de mis caderas. Con su juego seductor, embestía su boca contra mi pecho mientras movía sus caderas contra las mías. Mi coño sólo recibía los golpes del ir y venir de su cuerpo; sólo eso, hasta que de pronto volví a sentir la humedad de sus labios, ahora fríos, ofreciéndome una vez más la destreza de sus movimientos en el arte de chupar coños. Me sentí agradecida, sabía que pronto vendría otro tremendo orgasmo.
Apoyé mejor las piernas en el piso, incorporándome a la posición vertical. Ella se separó un poco, pensó que yo estaba acabando con la secuencia. No lo entendió hasta que vio que sólo me estaba volteando. Ahora mi torso se apoyaba de frente sobre la barra. Se le hizo agua la boca al ver mi culo, “es un culo delicioso”, dijo. Eran las primeras palabras pronunciadas en toda la tarde y fueron las únicas. Yo simplemente la miré de reojo y comprendió que debía continuar chupando, es que aunque lo quiera no logro evitar mi condición de ama.
Mientras me comía el ano e introducía su lengua con suavidad, sus dedos se encargaban de mi clítoris. Yo estaba muy mojada y mis fluidos hacían que la masturbación incluso sonara sensual. Ella bajaba del culo al coño para tragárselos y excitarme aún más. Así sobrevino otro orgasmo. Era como si supiera con exactitud en dónde tocar y a qué velocidad. Comprendí que ésa era su especialidad, y terminando de apoyar mi torso sobre la barra me impulsé hacia adelante, dejando más en alto mi cuerpo. Se sentó sobre el taburete y literalmente sumergió su cara entre mi culo. Le alcancé otro hielo, que introdujo con sus labios en mi ano. Lo metía y, al salirse, lo chupaba. Se derritió casi de inmediato. Yo estaba hirviendo.
De pronto se alejó. Me quité la falda, me monté sobre la barra y la esperé acostada, de piernas abiertas y dobladas. Ella apareció con un arnés, una polla grande y suculenta con la que finalmente me penetró. La introducía con fuerza y yo respondía agarrándome del borde de la barra, no sólo para aguantar, sino para contrarrestar el movimiento haciéndolo más profundo. Terminamos metidas en un jacuzzi. Fue una cogida fuerte, intensa, acorde con el ciclo de orgasmos que magistralmente me había estado proporcionando.


jueves, 14 de mayo de 2009

domingo, 10 de mayo de 2009

Te quiero putita, y punto.

De estas bragas sólo hay tallas grandes, dijo la encargada de la tienda. Se trataba de unas muy lujosas, finas, de diseñador: 350 Euros. ¿Hay talla L? pregunté. Sí, respondió ella. Entonces las llevo.
Al salir de la tienda llamé a mi chico para recordarle el compromiso de esta noche. Hoy tengo un coctel con gente muy importante, rica, poderosa.
Entré al piso cargada de bolsas. Él supuso que me había comprado un costoso traje pero tras observarme descubrió que alguna picardía me traía entre manos. Yo pregunté: de verdad eres mi sumiso? Sí, lo soy. Haz conmigo lo que quieras. El sólo hecho de pronunciar esta frase le excita.
He comprado algunas cosas para ti, le dije al tiempo que lanzaba una bolsa sobre la cama. Su cara de sorpresa fue grande al sacar una pequeña braguita de su talla; de esas llamadas tangas o “hilos dentales” por imitar dentro del culo la función de este implemento de cuidado bucal. Quiero que lo lleves puesto esta noche. Pero… esta noche, esta noche no estaremos jugando, se trata de algo serio, importante para ti, replicó. Algo serio e importante para mí es saber que cuento con un buen esclavo, de no ser así prefiero despacharle y buscarme otro.
Me divertí tras ver su cara de angustia al sentir el hilo entre sus nalgas. Era la primera vez que lo hacía y se notaba realmente incómodo. Sudaba frío. Nunca había llevado una prenda femenina y, la verdad, pensaba que todo esto era un poco gay. No estaba feliz con esta situación, sin embargo su polla hacía ver otra cosa. Tenía rabia. Se sentía mal, miserable. Temía que al verle excitado yo misma me cruzara con ese pensamiento y le viera como un maricón.
Investigando sobre sumisión alguna vez se topó con el concepto, pero sentía repulsión de sólo figurarse feminizado. Yo soy sumiso, no travesti. Y acto seguido borraba de su mente esta imagen que tanto le perturbaba y seducía a la vez.
Saqué de otra bolsa unas medias pantis. Un diseño muy sensual que se puso de moda hace años. Son lisas, negras y traen una “vena” que recorre la parte trasera de la pierna, bajando desde la cintura, atravesando las nalgas, hasta llegar al muslo. Su atuendo fue completado con un brassier. Le pellizqué las tetillas como si se tratara de pezones y le dije: esta noche serás mi putita.
En un acto de rebeldía se desvistió. Buscando salvaguardar su hombría me dijo que todo aquello no era más que una locura, que vestirse de mujer era sobrepasar el límite y que con eso no se juega. Yo en respuesta bajé la mirada y al ver su polla erecta sólo sonreí con ironía y me di media vuelta.
Si esta noche no eres mi putita, entonces no te quiero ver acá cuando regrese. Salí al coctel más hermosa que nunca. Sola, me incorporé a la fiesta y comencé a flirtear con todos los presentes. Cuando estaba a punto de dejarme seducir apareció mi novio. Llevaba su traje formal, se veía guapísimo. Noté cómo las mujeres de la fiesta le coqueteaban.
Se acercó a mí y con un susurro dijo: si me quieres putita, putita soy, tomando mi mano y apoyándola sobre su pecho para que lograra sentir el brassier.
Le pedí que me dejara disfrutar un poco más de la fiesta sin su compañía, que se acercara a un grupo de chicas que ya le habían echado el ojo. Él me obedeció nervioso. Temía que le rozaran la camisa, que se dieran cuenta de cómo iba ataviado debajo de su ropa. Temblaba además con solo pensar que yo podría mandarle a estar con una chica, a mostrarle sus pantis.
Tras divertirme un rato más, le dije que me siguiera. Busqué un lugar apartado, le embestí contra la pared y le di un beso muy apasionado. Acto seguido metí mi mano en la cartera y saqué una pequeña navaja. Hice que se diera media vuelta, metí mi mano entre su pantalón y le abrí un agujero a las medias. Apartando el hilo rocé con mis dedos su culo y le dije al oído: sólo quiero follarte y escucharte gemir de placer. Sentí cómo se estremeció. Sus nalgas se movieron hacia arriba, como parándolas, haciendo un gesto de ofrecimiento y aceptación. Haz lo que tú quieras… suplicó.
Estaba muy excitado. Le bajé los pantalones a media pierna. Luego hice lo mismo con las medias. El hilo, lo dejé. Aunque en un sitio discreto, seguíamos en la fiesta. Le daba pánico que alguien llegara a presenciar esa escena.
De una nalgada le dejé marcada mi mano. Eres una putita muy traviesa. Sí, lo soy, contestó. Aparté el hilo con la mano izquierda mientras me humedecía los dedos de la derecha. Les llenaba de saliva y les juntaba para penetrarle el ano. Con sólo rozarlo le noté las ganas de ser poseído. No controlaba sus movimientos, parecía palpitar. Su culo de putita pedía a gritos ser penetrado y así lo hice, prácticamente en medio de la gente. Primero con suavidad, luego con más fuerza. Simulaba los movimientos de una polla con mis dedos. Mis caderas marcaban el ritmo. No podía gritar, aunque lo hubiese querido. No podía gemir y entre sollozos pedirme que regresáramos al piso a terminar lo que habíamos comenzado. Su culo, su ano, quería ser penetrado por algo más que mis dedos, quería algo más grande, definitivamente más grueso. Quería tragarse mi polla sin ningún tipo de prejuicios. Y yo, he de decirlo, follármelo como a la más perra de mis putitas.

martes, 5 de mayo de 2009

La mirada indiscreta



Disfrutando la dominación que últimamente ejercen sobre mí mis pezones, decidí entregarme a la libertad que se siente al sólo llevar una suave, delicada y translucida tela. Hoy, acaparé la mirada de hombres y mujeres que, tras observar, quedaron con ganas de poseerme. Algunos me fueron indiferentes, otros, no tanto… me gusta sentir cómo la gente se excita al verme. Mi coño, está mojado.

domingo, 3 de mayo de 2009

Cuando los pezones te dominan...

Hace frío y se me paran los pezones. Se muestran erguidos, firmes, sensibles. No llevo brassier. Hoy me ha provocado dejarlos en libertad, seducidos bajo el suave roce de mi blusa.

Me fascinan esas telas que dejan ver las formas; dóciles y ligeras imprimen sensualidad. Me gusta usar blusas con tirantes y dejar que se corran mostrando más allá de lo permitido. Me encanta además hacerlo a manera de descuido y observar cómo el ojo curioso se permite el abuso de mirar.

Me gusta sentir que hombres y mujeres buscan algún tipo de transparencia. Sabiéndome deseada, aumenta mi lujuria. Quisiera tener en este momento una boca que lamiera mis pezones y se dedicara con vehemencia a chuparlos, primero con mucha suavidad, luego agitara la lengua, los soplara, los mordiera.

Quisiera en este justo momento tener la dicha de quien encuentra un orgasmo con tan sólo esta primera estación del acto sexual. Y es que hoy, lo admito, mis pezones me dominan…