sábado, 27 de junio de 2009

Diosa soy...


Ayer me reafirmé Diosa. Mi poder creció, subió tan rápido como la espuma de la cerveza, espuma que muchos labios quieren y yo sólo entrego a quien me dé la gana.
Diosa para mi novio sumiso, al que puedo hacer acabar sin siquiera tocarle…
Y Diosa para aquella que fue su primera ama. Esa mujer, otrora importante en su vida, ahora sigue mis pasos y me ofrece el mundo con tal de probar los sabores de mi coño. No ha dejado de masturbarse desde que ayer me conoció y no soporta la idea de que no quiera follarle. Esa que fue su ama, se rinde a los pies de quien es su Diosa.

miércoles, 24 de junio de 2009

Cállate y cómeme el coño!!!

Pienso en sus manos recorriendo mi cuerpo, mostrándome formas diferentes de obtener placer. Me mojo y me masturbo como una desquiciada pensando en que finalmente hace silencio, obedece mi orden y se dedica a comerme el coño. Vaya qué orgasmo el que he alcanzado hoy, qué vergüenza con los vecinos que tuvieron que escuchar envidiosos en sus casas.

She is back and reloaded


Y yo, simplemente mojada...

Sólo una fantasía

Ayer visité a mi ginecólogo. Él es un tío muy guapo, de esos hombres que se encuentran en ese atractivo limbo entre la juventud y la vejez. Tiene tanto la edad como las canas perfectas para actuar con la energía de un crío pero con la madurez de quien ha corrido en siete plazas. Mi chico sabe que este tipo de hombres me gustan, y que él, con su edad, ha sido más bien una excepción.
Desde que conozco a ese doctor me ha inspirado sexo. Siempre he tenido fantasías con él, siempre le he visto con cierto morbo allí, metido entre mis piernas, tan cerca de mi coño, preguntándome cómo me siento, cómo es mi vida sexual. Cómo me hubiese gustado que abandonara la ética y, una vez aplicado el lubricante, en vez de examinarme siguiera frotando. Cómo me hubiese gustado sentir sus largos dedos, expertos en la materia, muy adentro de mi vagina. Cómo me hubiese gustado, que en vez de utilizar uno de sus equipos, utilizara uno de los míos: un vibrador de tamaño y forma perfecta que me compró mi novio.
A veces, cuando me está examinando, logro sentir su aliento y me excito. Creo que él se da cuenta, pero no me importa. Siento el clítoris encendido y mis pezones me delatan.
Ayer, la cosa fue por partida doble. El hijo del ginecólogo es médico y tomó la misma especialización del padre. He de confesar que su pasión por la medicina no es lo único heredado, es tanto o más guapo que su progenitor y allí está, haciendo equipo, consultando los pacientes en conjunto por lo que fueron dos los alientos que sentí y que sacaron mi muy activa imaginación fuera de ese consultorio.
Me inventé que mi chico estaba allí y que su misión era propiciar una total falta de cordura en ese momento. Lo visualicé parado a mi lado, despejando la zona y sosteniendo los labios de mi coño para que los doctores pudieran hacer travesuras. Lo sentí humillado, pues los médicos le inspiran respeto, pero a la vez erecto, porque adora que yo sea así de morbosa. Lo vi, además, aprendiendo de la masturbación que me ofrecía el padre, explicándoles las reacciones de mis pliegues, la dureza de mi clítoris y cómo la naturaleza me había premiado con un coño multiorgásmico.
Mi coño aparecía en los televisores, esponjado, húmedo, hermoso, recorrido por la lengua de mi doctor. Su hijo, en cambio, mostró una obsesión por mis pies y se dedicó por completo a ellos. Ante tanto placer, busqué besar la boca de mi chico y luego le induje a concentrarse en mis pechos, completando a la perfección lo que para mí hubiese sido la consulta perfecta. Yo allí, extendida en la silla, de piernas abiertas, con tres guapísimos hombres regalándome orgasmos.

sábado, 20 de junio de 2009

Dulce miel


Hoy es uno de esos días en los que quiero ser amada. No quiero follar con mi novio sumiso, quiero, siendo su ama, que me haga el amor.
Son dos cosas muy distintas que yo afortunadamente tengo con mi pareja. Igual podemos un día tener el encuentro más sublime, como otro, el más salvaje sexo. Igual podemos descubrirnos felices jugueteando y haciendo chorradas en la cama, como masturbarnos al teléfono mientras otro me folla. Igual me siento inmensamente feliz con una sesión de cosquillas y aplastes, que follándole con un arnés o vistiéndole de mujer. Igual… igual, igual.
En nuestra vida sexual somos dos artistas con una paleta llena de colores y derrochamos talento para crear desde el cuadro más clásico hasta el más sórdido e irreverente.
Hoy no quiero amantes, ni hombres ni mujeres, ya he tenido mucho de eso últimamente. Hoy quiero la caricia dedicada, la mano calmada que sabe dónde tocarme, que me conoce porque ha recorrido cada centímetro de mi cuerpo. Quiero la mano de ese que me quiere, que no sólo aspira tener sexo conmigo, sino que me ofrece su vida, sus sentimientos, su cuerpo. “Quiero la suerte de un amor tranquilo”, como dice la canción.
Quiero sentir su boca en mis pezones, sabiendo que están así de erguidos por él. Quiero escucharle susurrar a mi oído, con esa voz de hombre guapo y experimentado que tiene, cuánto me necesita. Quiero sentirle temblando de deseo, como tantas veces le he sentido ya.
Soy feliz sabiéndome dueña de sus más bajas pasiones, de sus más íntimos secretos, de su parte más débil y oscura, esa que jamás revelaría delante de sus compañeros y amigos, pero que expone libre delante de mí.
Quiero que sabiéndose sumiso y esclavo, se sienta querido. Quiero que sepa que aunque busque placer con otros hombres, a él regreso buscando ternura. Quiero que de mi pecho baje al coño y lo lama muy suavemente. Sabe que esta semana varias pollas han estado allí profanando ese lugar sagrado que quisiera reservarse sólo para él. Lo acaricia con su lengua y busca borrar huellas, deshacer todo recuerdo que no sea el suyo.
Le induzco a cambiar de posición, recostándole contra la pared para besarle y acariciarle. Lo hago con afecto, le dejo sentir todo mi amor. Siento cómo tiembla, cómo está feliz.
Me arrodillo entre sus piernas y le veo a los ojos. Sonrío y me dedico entera a darle placer.

Verme así, arrodillada, desnuda y sólo llevando mis botas, es una imagen que casi le hace explotar. Lo presiento y me detengo a tiempo, no quiero que acabe aún. Me tomo unos minutos para regresar, pero lo hago de manera directa, como una estocada a sus sentidos. Meto sus bolas en mi boca, las chupo como si fuesen de helado y paso a la base del pene. Me encanta comer pollas, lo disfruto enormemente. Me aparto de esta zona por un momento y me concentro en su ingle, en sus caderas, su vientre. Le aprieto los pezones y él grita de placer.
Me subo a darle un beso y mi boca huele a su sexo. Disfruta que sea así y no como otras veces que siente el olor de otro hombre mientras le beso a él. Su erección es divina, su polla está muy caliente. Tomo sus dedos y le dejo sentir la humedad de mi coño. Estoy desbordada.
Cambiamos nuevamente de posición en este baile que hemos iniciado hoy, para que apoyada contra la pared pueda él penetrarme. Se siente hombre, disfruta del placer de follarme, de brindarme placer. Siento que quiere meterse completo dentro de mí. Me hace acabar, pero él logra controlarse, sacando su polla a tiempo. Ahora mete sus dedos y hace presión. Una mano adentro y otra posada en mi vientre. Tiene una forma de excitarme así que sólo he sentido con él, me provoca hasta orinarme de tanto placer. Tras otro orgasmo, vuelve a penetrarme muy lentamente, pero esta vez se vale de sus palabras para excitarme aún más. “Eres mi diosa y vivo para ti”, susurra, mientras me coge ahora con más intensidad. Le aprieto las nalgas, se las rasguño, meto mis dedos en su hendidura y le rozo el ano.
En esa misma posición, yo de espaldas a la pared, frente a frente con él, me arrodillo y le pido que folle mi boca, mientras mis dedos hacen lo propio en su ano. Su polla entra y sale con rapidez, y es engullida y expulsada por mi garganta.
“Voy a acabar, no puedo más”, alerta; pero mis dedos en su ano le incitan a seguir adelante, a no detenerse y acabar lo comenzado. Tras un impresionante gemido, me alimenta con sus fluidos que disfruto como dulce miel...

miércoles, 17 de junio de 2009

Fóllame con mis tacones puestos


Quiero que tu lengua se convierta en instrumento de humillación y te rindas a mis pies como bien sabes hacerlo.
Ayer fui de otro, pero hoy... hoy quiero ser tuya.
Aprovecha esta oportunidad, lúcete, no hagas que me arrepienta.

martes, 16 de junio de 2009

Uno entre varios...


Hoy recibí una noticia tan grata y tan importante, que no pude sino celebrarla. Cómo? Pues qué más que con una noche de buen sexo y cachondeo. Lástima que mi novio haya tenido que quedar relegado al papel de cornudo, impedido para disfrutar lo fácil que estaba yo hoy. Puta, muy puta, cuanto más, mejor. Luego de besarme y recibir caricias de varios hombres, elegí uno para que pasara la noche conmigo y dejarle comerme el coño hasta hacerme acabar.

sábado, 13 de junio de 2009

Brindemos!

Hoy se cumplen 3 meses desde el día en que decidí crear este blog y plasmar en él, sin pudor alguno, todas mis experiencias y fantasías. Lo celebro, al tiempo que instalo un contador de visitas para llevar la cuenta de cuántos y cuántas me leen, esperando disfruten de lo aquí relatado tanto como lo hacemos mi novio sumiso y yo.

viernes, 12 de junio de 2009

Cornudo y sumiso...



Una de las imágenes que más excitación me producen en la vida, es la de ver a mi novio sumiso pajearse mientras otro me folla. Siento doble placer: por un lado, el que me produce la verga de ese semental cuya única justificación es hacer que mi coño se sienta repleto, y, por otro, verle a él, a mi chico, humillado y excitado a la vez.
“La prefiero compartida…” como dice la canción, fue su respuesta en días pasados cuando le hice chatear con uno de mis amantes. Su hombría de macho ibérico quedó reducida a un pequeño punto en el espacio, al tener que reconocerse sumiso ante otro hombre. Tuvo que explicar que aguantaría todos los cuernos del mundo con tal de estar a mi lado, de ser mi esclavo. Tuvo además que escucharme diciendo lo grande que era esa polla y cómo me brindaría placer.
Me busco amantes con grandes penes para sentir lo que no alcanzo con él. Disfruto de comer pollas, estrujarlas, chuparlas. Mi novio lo ha comprobado; soy quien le ha propinado la mejor mamada de su vida. Me agrada meterlas completas en mi boca y llevarlas a mi garganta. Comérmelas desde la base a la punta, tan suave y sutil como si fuesen helados y luego tan fuerte y rápido como si fuesen de plástico. Meterlas y sacarlas, dejando afuera mi lengua para que el roce sea mayor, y más húmedo, además.
Así, como lo descrito, comienzo a chupar la polla de mi amante mientras veo directamente a los ojos de mi chico. No le quito la vista de encima, no quiero perder ni un segundo de su excitación. Él se masturba descontrolado. No quito tampoco mi boca de esa gran polla que permanece erecta y caliente. Qué delicia! Sólo de recordarla se me hace agua la boca.
Ese amante es una bestia sedienta de lujuria. Una bestia que está allí para complacerme y follarme hasta reventar mis entrañas. Su polla es tan grande, que hasta mi novio la admira. No le envidia, no quisiera estar en su lugar y ser sólo mi amante. Prefiere ser mi sumiso y consagrarse a mí. Es feliz con las migajas que recoge.
Cambio de posición y me coloco encima de mi amante. Continúo comiéndole la polla pero le ofrezco el coño a mi chico. Su misión: prepararlo para tamaña polla. Mojarme y excitarme, para que otro me disfrute y esperar para luego limpiarme con suavidad el coño cansado y satisfecho que ahora sólo pide paz.

lunes, 8 de junio de 2009

Me excita saberme deseada

He pasado todo el fin de semana masturbándome. De un lado del teléfono, mi novio alcanza un intenso orgasmo acompañado de desgarradores gemidos. Mientras tanto, recibo mensajes de una mujer que me quiere devorar. Yo me masturbo pensando en los dos, en cómo cada uno me está deseando en ese justo momento.
La chica, diosa bisexual, fue la primera AMA de mi chico, en una suerte de relación que nunca cerró su ciclo. Ahora, años después, la he revivido yo. Quería incorporarla a una de nuestras fantasías, conocerla, explorarla. Me parece un cierre de ciclo maravilloso que ambas coincidamos.
Tras algunas conversaciones, esta experimentada mujer ha afilado toda su artillería para cazarme. Yo me divierto siendo su presa, estirando y encogiendo la cuerda, mostrándome a veces seducida, otras no tanto.
Me excita ser su nueva obsesión. Saberme pensada por ella, presa de sus deseos. Me gusta haberme convertido en su fantasía, en su objetivo. Me mojo e irremediablemente vuelvo a masturbarme, una y otra vez, una... y mil veces.

sábado, 6 de junio de 2009

Tierna humillación...


Recuerdo, hace muchos años, haber visto Tacones Lejanos y haberme excitado con la escena entre el travesti y Victoria Abril. Letal, como se hacía llamar, vestido de mujer sube a la actriz en un tubo y le ofrece una deliciosa mamada de coño.
Por aquel entonces, yo ni pensaba conocer este mundo. Tampoco le puse mucha cabeza al hecho de haberme excitado, aunque en el momento sí me pareció extraño.
Años más tarde un actor mexicano, Gael García Bernal, causó igual efecto en mí con su papel en la película La Mala Educación. Él siembre ha llamado mi atención, pero vestido de mujer me despierta un morbo que no logro describir. Me gustaría follármelo hasta perder la sensibilidad del coño.
Por qué me excita un hombre vestido de mujer?
La verdad no lo sé. Por 12 años hice ballet, crecí entre cuerpos perfectos, totalmente definidos. Nalgas redondas, paradas, apetitosas. Detrás del escenario no hay tiempo para el pudor. Los ves desnudos, a medio vestir, maquillados, sudados… Alguna vez llegué a tener un juego de seducción con un bailarín. Puede que sea por eso…
Ahora que lo he experimentado en la realidad me sigo excitando, aunque prefiero esa imagen decadente de un hombre que se ve hombre, pero maquillado. Sombras y grandes pestañas postizas en sus ojos, labial… no me gustan las pelucas, ni que se vea muy refinado, me excita el contraste entre su hombría y ese papel de putita barata. Me gusta que tenga rasgos fuertes, que se vea como todo un macho. Ese es un tipo de humillación en el que encuentro una sutil belleza.
Me mojo desde el momento en el que tomo el labial y delineo sus labios. Él cierra los ojos, se entrega a mí. Ya se ha vestido de mujer, se ha convertido en Patricia –así es como me place llamarle-. Le he comprado ligueros. Los pelos de sus piernas se ven a través de las pantys. Arriba viste una prenda íntima, de esas sueltas, transparentes, tipo baby doll. Como no lleva bragas, su polla queda al descubierto. La esconde metiéndosela hacia atrás, entre las piernas. Cuando hace eso, pareciera tener un coño.
Yo estoy sentada sobre él, o ella, como debería ya llamarle. Su rostro queda a la altura de mis pechos. Estoy en ropa interior. Tampoco llevo bragas, pero la piel de mi coño es suave y sin vellos.
Su “coño” y mi coño se rozan, mientras maquillo su rostro. Le siento excitada, se ha puesto muy cachonda. Le hablo como mujer. “Soy tu putita” es una frase que repite constantemente. Le hago verse al espejo, con detenimiento. Se da media vuelta. Me encanta cómo se le ve el culo descubierto entre los ligueros. Lleva tacones con los que no sabe mantener el equilibrio.
Le hago besar el vidrio para que la marca de sus labios deje constancia posterior a este momento.
Le muerdo los pezones por encima de la tela. Meto mis manos por debajo y los acaricio. “Me gustaría que tuvieses más tetas, Patricia”.
Le hago sentarse nuevamente sobre la cama. Yo me levanto y coloco mi coño a la altura de su boca. Comienza a chuparlo cuidando de no regarse el labial. Me excita verle, ver sus ojos maquillados, sus pestañas. Voy a comprarle unos zarcillos, pienso.
Me bajo y le beso. Lo hago con mucha ternura, como cuando un hombre delicadamente le hace el amor a su chica. Comienzo a moverme muy suavemente, a rozarle la polla erecta con mi coño. Se la mojo con mis fluidos, la recorro, pero no dejo que me penetre.
Patricia siente mi coño caliente, húmedo, excitado. Siente cómo la deseo, y cómo ese deseo intenso viene acompañado de sentimiento. “Hoy mi ama me está haciendo el amor”, susurra. Le hago callar con mis dedos. Los meto con suavidad en su boca, los besa. Yo le regreso el beso y busco con mis dedos su culo. Los introduzco con muchísimo cuidado y comienzo poco a poco a masajearlo.
Frente con frente, le miro a los ojos. Acaricio su mejilla con mi otra mano y le vuelvo a besar. Mis dedos le recorren adentro. Siento cómo su culo palpita, cómo pide más. Tomo un vibrador de doble cabeza y le penetro con suavidad. Del otro lado pasa lo mismo en mi coño. Ambas movemos nuestras caderas, coordinamos los movimientos para acabar al unísono.
Tras el orgasmo, ya no se siente Patricia. Reina el silencio mientras apoya su hombría herida en mi pecho. Le siento conmovido, sensible, vulnerable. Giro su rostro hacia el mío, despego las pestañas postizas y con una parte de la sábana borro la pintura de su boca. Le beso en la frente y vuelvo a apoyar su rostro en mi pecho.
Hoy, ciertamente, le hice el amor.

jueves, 4 de junio de 2009

Texas Holdem



Nos encontrábamos en Montecarlo. Era mi segunda vez allí. Ya yo había estado en los casinos muchos años antes de conocerlo. Me gusta viajar, eso es algo que he hecho de manera constante en mi vida, y que espero seguir haciendo.
En Montecarlo hay dos grandes casinos, los mejores del mundo. Teníamos cita en uno de ellos. Viajábamos en limusina y vestíamos de etiqueta. Yo había comprado en Milán el vestido que lucía esa noche, era de alta costura. Era una noche de lujos y excesos desbordados, que pagaba yo. Mi novio sumiso no tiene el nivel económico para satisfacerme en esos caprichos.
Quien ha ido a Montecarlo sabe que los casinos se encuentran elevados. Grandes escaleras demarcan el camino a la entrada. Es como subir de escala, entrar a un pedacito de cielo, ascender. Todo es parte del juego.
Un salón privado estaba preparado. La idea era apostar y apostar duro. Nos enfrentaríamos a algunos de los mejores jugadores del mundo. Él, mi novio, domina el póker, yo lo he ido aprendiendo. El pacto era el siguiente: quien gane gobierna en la noche y tiene derecho a escoger a quien quiera. De ganar, él tendría libertad de acción por esa noche, algo que nunca le había ofrecido antes.
El juego comenzó. Yo sabía que él podía ganarme, tenía mayor conocimiento. Sin embargo, yo contaba con mis poderes de seducción. Mis hombros, mis piernas… nunca fallan, es cuestión de piel. Muchos hombres me han dicho que jamás habían tocado una piel tan suave.
Las cartas se repartieron. Una jugada buena, otra regular. De vez en cuando hacía caer la manga de mi vestido para dejar por instantes mi pezón al descubierto. Me divierto al ver cómo los caballeros de la mesa pierden concentración.
La suerte llegó. Yo comencé a apostar, uno y otro montón de fichas, sin pestañeo ni dolor. No hubo rastro de titubeo. Lancé un bluff que dejó a todos sin aliento. Me llevé la mesa. Gané.
La noche era mía. Yo decidía con quién estar.
De haber ganado tú a quien habrías escogido? -le pregunté.
A usted, mi ama. -Respondió.
Yo en cambio escogí a uno de los otros jugadores. Uno muy guapo, por cierto, soltero famoso por sus relaciones promiscuas. Allí mismo, sobre la mesa, le follé delante de mi novio durante toda la noche. Fuimos pareja, hombre - mujer, sumiso - ama -este también resultó ser sumiso-, mujer-mujer… estuvimos de todas las formas y maneras posibles. A mi novio le correspondió ayudarme, chuparme el coño para que el otro me penetrara, empujarle del culo para que lo hiciera con más fuerza. Fue, hablando en el lenguaje de las cartas, nuestro comodín.
Me lo imaginé con tetas y me excité. Colaborando con mi amante, ayudándole a follarme. Sabe muy bien qué me gusta y cómo me gusta, por eso le aconseja. Sabe que hay posiciones que me encantan, pero en las que él -con su polla pequeña- no logra brindarme suficiente placer.
Tenerlos allí a los dos fue mi mejor premio, mi recompensa. A mi sumiso prometí recompensarle luego, de momento, sólo le dejé limpiarme el semen derramado de mi amante.